Cómo el socialismo destruye la economía
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- 06/03/2019
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El Socialismo es la Gran Mentira del siglo XX. Mientras que prometió prosperidad, igualdad y seguridad, entregó pobreza, miseria y tiranía. La igualdad fue lograda tan sólo en el sentido de que todo mundo era igual en cuanto a su miseria.
De la misma forma en que un esquema de Ponzi o de cartas en cadena inicialmente tiene éxito, pero a la larga colapsa, el socialismo puede mostrar signos tempraneros de éxito. Pero, cualquier logro rápidamente desparece al emerger las deficiencias fundamentales de la planificación centralizada. Es la ilusión inicial de éxito que le brinda a la intervención gubernamental su atracción perniciosa y seductora. En el largo plazo, el socialismo siempre ha probado ser una fórmula para la tiranía y la miseria.
Un esquema piramidal es, en última instancia, insostenible, debido a que se basa en principios fallidos. De la misma manera, el colectivismo es insostenible en el largo plazo, porque es una teoría plagada de errores. El socialismo no funciona porque no es consistente con los principios fundamentales del comportamiento humano. El fracaso del socialismo en los países alrededor del mundo puede trazare a un defecto crítico: es un sistema que ignora a los incentivos.
En una economía capitalista, los incentivos tienen la máxima importancia. Los precios de mercado, el sistema contable de pérdidas y ganancias y los derechos a la propiedad privada, brindan un sistema de incentivos eficiente e interrelacionado, para que guíe y dirija al comportamiento económico. ¡El capitalismo se basa en la teoría de que los incentivos sí importan!
Bajo el socialismo, los incentivos juegan un papel mínimo o bien son totalmente ignorados. Una economía centralmente planificada sin precios de mercado o ganancias, en donde la propiedad es poseída por el estado, es un sistema sin un mecanismo de incentivos eficiente que dirija la actividad económica. Al fracasar en enfatizar los incentivos, el socialismo es una teoría inconsistente con la naturaleza humana y, por tanto, está condenado a fracasar. ¡El socialismo se basa en la teoría de que los incentivos no importan!
En un debate en la radio sucedido hace varios meses, con un profesor marxista de la Universidad de Minnesota, señalé los fracasos obvios del socialismo alrededor del mundo, en Cuba, Europa Oriental y en China. En el momento del nuestro debate, refugiados haitianos estaban arriesgando sus vidas tratando de llegar a los Estados Unidos en botes construidos caseramente. Le pregunté: ¿por qué la gente estaba saliendo de Haití y viajando casi 50 millas por el océano, para tratar de llegar al “malvado imperio capitalista,” cuando había tan sólo 50 millas distancia para llegar al “paraíso de los trabajadores” en Cuba?
El marxista admitió que muchos países “socialistas” alrededor del mundo estaban fracasando. Sin embargo, de acuerdo con él, la razón del fracaso no era que el socialismo era deficiente, sino que las economías socialistas no estaban practicando el socialismo “puro”. La visión perfecta del socialismo funcionaría; es tan sólo el socialismo imperfecto el que no funciona. A los marxistas les gusta comparar una versión teóricamente perfecta del socialismo con el capitalismo práctico e imperfecto, lo cual les permite alegar que el socialismo es superior al capitalismo.
Si realmente la perfección fuera una opción a la que se puede acceder, la elección de sistemas políticos y económicos sería irrelevante. En un mundo de seres humanos perfectos y de abundancia infinita, cualquier sistema económico o político -socialismo, capitalismo, fascismo o comunismo- funcionaría perfectamente.
A pesar de lo anterior, la elección de instituciones económicas y políticas es crucial en un universo imperfecto, en donde hay seres humanos imperfectos y recursos limitados. En un mundo en el que hay escasez, es esencial que un sistema económico se base en una estructura de incentivos clara, a fin de promover la eficiencia económica. La elección verdadera que encaramos es entre un capitalismo imperfecto y un socialismo imperfecto. Dada tal escogencia, abrumadoramente la evidencia de la historia favorece al capitalismo, como el mejor sistema económico disponible para producir riqueza.
La fortaleza del capitalismo puede ser atribuida a una estructura de incentivos que se basa en tres P: (1) los Precios determinados por las fuerzas del mercado; (2) las Pérdidas o ganancias como un sistema contable y (3) los derechos de la Propiedad privada. El fracaso del socialismo puede ser trazado a su negación de estos tres componentes de incentivos que aumentan la riqueza.
LOS PRECIOS
El sistema de precios en una economía de mercado guía a la actividad económica con tal perfección, que la mayoría de la gente no aprecia su importancia. Los precios del mercado transmiten información acerca de la escasez relativa y, luego, eficientemente coordina la actividad económica. El contenido económico de los precios brinda incentivos que promueven la eficiencia económica.
Por ejemplo, cuando el cartel de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) restringió la oferta de petróleo en la década de los años 1970, los precios del petróleo se elevaron dramáticamente. Los mayores precios para el petróleo y la gasolina transmitieron una información valiosa, tanto para compradores, como para vendedores. Los consumidores recibieron un mensaje claro y fuerte acerca de la escasez de petróleo, mediante los precios más elevados en las bombas de gasolina, y fueron obligados a cambiar su comportamiento dramáticamente. La gente reaccionó ante la escasez, manejando menos, usando más vehículos compartidos, usando más el transporte público y comprando carros más pequeños. Los productores reaccionaron ante el precio más alto, incrementando sus esfuerzos de exploración por más petróleo. Además, los mayores precios de los combustibles dieron un incentivo a los productores para que exploraran y desarrollaran fuentes alternativas de combustibles y de energía.
La información transmitida por los precios más elevados del petróleo brindó la estructura de incentivos apropiada, tanto a los compradores, como a los vendedores. Los compradores aumentaron su esfuerzo para conservar un recurso que era ahora más valioso y los vendedores incrementaron su esfuerzo, en busca de una mayor cantidad de este ahora más escaso recurso.
La única alternativa a un precio de mercado es un precio controlado o fijado, lo cual siempre transmite información que induce al error, acerca de la escasez relativa. Surge un comportamiento inapropiado a partir de un precio controlado, debido a que información falsa ha sido transmitida por un precio artificial y que no es el del mercado.
Observen lo que pasó durante los años de la década de 1970, cuando los precios de los combustibles en los Estados Unidos fueron controlados. Surgieron largas filas en las estaciones de servicio en todo el país, debido a que el precio de la gasolina fue mantenido artificialmente bajo por decreto del gobierno. El impacto pleno de la escasez no fue transmitido con exactitud. Tal como lo indicó Milton Friedman en aquella época, podíamos haber eliminado las filas en las estaciones de bombeo de gasolina en sólo un día, si se hubiera permitido que el precio aumentara para desatascar al mercado.
A partir de nuestra experiencia con los controles de precios a la gasolina y las largas filas en las bombas y ante la inconveniencia general, podemos obtener una idea de lo que sucede bajo el socialismo, en donde todo tipo de precio en la economía está controlado. El colapso del socialismo se debe, en parte, al caos y a la ineficiencia que resulta de precios artificiales. La información contenida en un precio controlado siempre está distorsionada. Ello, a la vez, distorsiona los incentivos del mecanismo de precios bajo el socialismo. Los precios regulados son siempre o muy altos o muy bajos, lo que luego crea escaseces y excedentes constantes. Los precios del mercado son la forma única forma de transmitir la información que crea los incentivos que aseguran la eficiencia económica.
PÉRDIDAS O GANANCIAS
El socialismo también colapsó por su fracaso en operar bajo un sistema de contabilidad competitivo de pérdidas o ganancias. Un sistema de utilidades es un mecanismo de control efectivo, que evalúa continuamente el desempeño de todas las actividades de negocios. Las empresas que son más eficientes y más exitosas en servir el interés del público, son recompensadas con ganancias. Las que operan ineficientemente y fracasan en servir el interés del público, son penalizadas con pérdidas.
Al recompensar el éxito y penalizar el fracaso, el sistema de ganancias brinda un fuerte mecanismo disciplinario, que redirige continuamente los recursos de las empresas débiles, que fracasan y son ineficientes, hacia aquellas firmas que son más eficientes y exitosas en servir al público. Un sistema competitivo de ganancias asegura una re-optimización constante de los recursos y mueve la economía hacia mayores niveles de eficiencia. Las empresas que no tienen éxito no pueden escapar de la fuerte disciplina del mercado que hay con un sistema de ganancias o pérdidas. La competencia obliga a las empresas a servir el interés del público o sufrir las consecuencias por no hacerlo.
Bajo una planificación centralizada, no hay un sistema contable de ganancias o pérdidas que mida adecuadamente el éxito o el fracaso de los diversos programas. Sin ganancias, no hay forma de disciplinar a las empresas que fracasan en servir al interés del público y no hay forma de recompensar a las empresas que lo hacen. No existe una forma eficiente para determinar qué programas deberían ser expandidos y cuáles deberían ser reducidos o cerrados.
Sin competencia, las economías centralmente planificadas no tienen una estructura de incentivos efectiva, que coordine la actividad económica. Sin incentivos, los resultados constituyen un ciclo en una espiral de pobreza y miseria. En vez de reasignar continuamente los recursos hacia una eficiencia mayor, el socialismo cae en el vórtice de la ineficiencia y del fracaso.
LOS DERECHOS DE LA PROPIEDAD PRIVADA
Un tercer defecto fatal del socialismo es su descarado desprecio por el papel de los derechos de la propiedad privada, para crear incentivos que promuevan el crecimiento y el desarrollo económico. El fracaso del socialismo es una “tragedia de los comunes” en una escala global.
La “tragedia de los comunes” se refiera a la experiencia británica del siglo XVI, cuando ciertas áreas de pastoreo eran poseídas en común por las villas y se dejaban a disposición del uso público. Rápidamente la tierra fue sobre-pastoreada y en su momento llegó a perder su valor, al explotar los habitantes de las villas el recurso que era poseído comunalmente.
Cuando los activos son poseídos públicamente, no hay allí incentivos que estimulen un manejo sabio. En tanto que la propiedad privada crea incentivos para la conservación y el uso responsable de la propiedad, cuando es pública estimula la irresponsabilidad y el desperdicio. Si todos son dueños del activo, la gente actúa como si nadie lo poseyera. Y, cuando nadie es su dueño, en la realidad nadie lo cuida. La propiedad pública estimula el abandono y la mala administración.
Dado que el socialismo es, por definición, un sistema marcado por “la propiedad en común de los medios de producción,” el fracaso del socialismo es una “tragedia de los comunes” en escala nacional. Mucho del estancamiento del socialismo puede ser trazado al fracaso en establecer y promover los derechos de la propiedad privada.
Tal como lo comentó el economista peruano Hernando de Soto, usted puede viajar a las comunidades rurales alrededor del mundo y escuchará a los perros ladrar, porque incluso los perros entienden los derechos de propiedad, Los países socialistas están apenas, ahora, empezando a reconocer la importancia de la propiedad privada, al ir privatizando los activos y la propiedad en Europa Oriental.
LOS INCENTIVOS SÍ IMPORTAN
Sin los incentivos de los precios de mercado, de una contabilidad de pérdidas o ganancias y de derechos de propiedad bien definidos, las economías socialistas se estancan y se marchitan. La atrofia económica que ocurre bajo el socialismo, es consecuencia directa de su descuido de los incentivos económicos.
Ninguna magnificencia de recursos naturales puede, en algún momento, compensar a un país por su carencia de un sistema eficiente de incentivos. Por ejemplo, Rusia es uno de los países más ricos del mundo, en términos de recursos naturales; tiene algunas de las mayores reservas de petróleo del mundo, de gas natural, de diamantes y de oro. Su valiosa tierra de labrantío, lagos, ríos y corrientes, se extienden a lo largo de un territorio que comprende 11 zonas del tiempo. No obstante, Rusia permanece siendo pobre. Los recursos naturales son útiles, pero los recursos más importantes para cualquier país son los recursos ilimitados de su gente –los recursos humanos.
Por su fracaso en fomentar, promover y alimentar el potencial de su pueblo, a través de instituciones que amplían los incentivos, las economías de planificación centralizada privan al espíritu humano de lograr un desarrollo pleno. El socialismo fracasa porque mata y destruye al espíritu humano –simplemente pregúntenselo a la gente que huye de Cuba en barcos y balsas hechas en sus casas.
Al irse dirigiendo las antiguas economías de planificación centralizada, hacia los mercados libres, el capitalismo y la democracia, miran hacia los Estados Unidos para la guía y el apoyo durante la transición. Con una tradición sin paralelo de 250 años de mercados abiertos y de un gobierno limitado, los Estados Unidos están calificados excepcionalmente para ser la luz que guía la transición mundial hacia la libertad.
Tenemos una obligación de continuar brindando un marco de mercados libres y de democracia en la transición global hacia la libertad. Nuestra responsabilidad para el resto del mundo es continuar luchando contra la seducción del estatismo, en todo el mundo y aquí en casa. La naturaleza seductora del estatismo continúa tentándonos y atrayéndonos hacia una ilusión Barmecida, que termina por decepcionarnos, cual es que el gobierno puede crear riqueza. [Nota del traductor: “Ilusión Barmecida” se refiere a una familia persa noble que, según el cuento de Las Mil y Una Noches, les daba a los mendigos un supuesto festín, en donde los platos estaban vacíos].
La tentación del socialismo está constantemente atrayéndonos con la oferta: “entreguen un poco de su libertad y yo les daré un poco más de seguridad.” Tal como lo ha demostrado la experiencia de este sigo, la propuesta es tentadora, pero nunca vale la pena. Terminamos perdiendo tanto nuestra libertad como nuestra seguridad.
Programas tales como la medicina socializada, el estado de bienestar, la Seguridad Social y las leyes de salarios mínimos continuarán seduciéndonos, porque en la superficie aparentan ser oportunos y beneficiosos. Estos programas, como todos los programas socialistas, fracasarán en el largo plazo, independientemente de sus apariencias iniciales. Estos programas son parte de la Gran Mentira del socialismo, porque ignoran el papel importante de los incentivos.
El socialismo continuará siendo una tentación constante. Debemos estar vigilantes en nuestra lucha contra el socialismo, no sólo alrededor del globo, sino también aquí en los Estados Unidos.
El fracaso del socialismo inspiró un renacimiento alrededor del mundo hacia la libertad. Por primera vez en la historia del mundo, pronto estará llegando el día en que una mayoría de la gente en el mundo vivirá en sociedades libres o en sociedades que rápidamente se están dirigiendo hacia la libertad.
El capitalismo jugará un papel importante en el resurgimiento global de la libertad y la prosperidad, porque alimenta al espíritu humano, inspira la creatividad humana y promueve el espíritu de empresariedad. Al brindar un poderoso sistema de incentivos que promueve el ahorro, el trabajo duro y la eficiencia, el capitalismo crea riqueza.
La principal diferencia entre el capitalismo y el socialismo es ésta: El capitalismo funciona.
Traducción por Jorge Corrales.