
Venezuela: científicos intentan salvar población de jaguares en Zulia
- AnimalesNoticias
- 09/08/2019
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El proyecto Sebraba no solo está generando información científica en una zona muy poco estudiada, también está tratando de reducir el conflicto hombre-jaguar y promoviendo la recuperación del corredor biológico que conecta dos parques nacionales.
Hace doce años, María Fernanda Puerto decidió dedicar su vida al estudio de los jaguares. Entonces la bióloga venezolana trabajaba en su tesis de licenciatura y su curiosidad científica no la llevó por el camino más sencillo, por el contrario, la trasladó a uno de los lugares más peligrosos para esta especie en su país: la zona sur del lago de Maracaibo, en el estado de Zulia.
Hasta ese momento, la población de este felino que habita el occidente de Venezuela era una de las menos estudiadas y para la joven bióloga no había pregunta científica que no tuviera cabida. Empezó por tratar de estimar el tamaño del grupo con el que trabajaría, por saber más del éxito reproductivo de este felino conocido bajo el nombre científico de Panthera onca, por detectar las amenazas y las causas detrás de la evidente pérdida de hábitat. Para consolidar su objetivo creó el Proyecto Sebraba.
Los primeros estudios llevaron a la bióloga y al equipo que la acompaña a las parcelas de los habitantes de la zona y a los sectores de tránsito de los jaguares. Con el tiempo, el área de trabajo se expandió pues decidieron incluir dentro de sus monitoreos el Parque Nacional Ciénagas de Juan Manuel y la Reserva de fauna silvestre Ciénagas de Juan Manuel, Aguas Blancas y Aguas Negras. Para Puerto era importante comparar el estado de conservación del felino dentro y fuera de un área protegida.

Los años de estudio los llevaron a establecer que fuera de las áreas protegidas los jaguares se encuentran amenazados por el avance agresivo de la ganadería y la agricultura. Esto sumado a la caza ilegal, a la crisis económica que lleva a la población local a consumir las presas predilectas de los jaguares y, como consecuencia, agudizar el conflicto hombre-jaguar.
“Sabemos que mientras más se expande la actividad antrópica en la zona, menor es el número de jaguares”, explica Puerto.
Una de las tareas más importantes del proyecto Sebraba es generar conocimiento científico sobre esta población de jaguares, pero también trabajar con los parceleros de la zona para que se unan al plan de conservación de esta especie y contribuyan en la recuperación del corredor biológico que conecta al Parque Nacional Ciénagas de Juan Manuel con el Parque Nacional Sierra de Perijá. Es decir, para conseguir que dos poblaciones de jaguares separadas por la deforestación vuelvan a interactuar naturalmente.
Una población cercada
Los biólogos del proyecto estiman que alrededor del 90 % de los bosques de la zona sur del lago de Maracaibo fue deforestado entre los años setenta y ochenta. Las actividades económicas responsables de esta pérdida son la agricultura y la ganadería.
Esto ha creado una suerte de islas dentro del bosque que ha terminado por aislar a la población de jaguares existente.
“Algo que se considera de gran amenaza para la población de sur del lago de Maracaibo es la pérdida de hábitat que ha ocurrido desde hace más de 40 años, la cual deja a los jaguares refugiarse solo en el bosque del Parque Nacional Ciénagas de Juan Manuel y en la Reserva de Fauna silvestre, lo que podría estar generando daños significativos en la genética de esta población”, precisa María Fernanda Puerto.

Jim Hernández es profesor de Zoología de vertebrados de la Universidad del Zulia y tiene más de 20 años de experiencia en proyectos de conservación. Es uno de los científicos que colabora con el proyecto y explica que el problema con la deforestación es que «interrumpe la continuidad en los corredores biológicos, limitando el flujo genético, promoviendo la endogamia [unión entre miembros de la misma familia], indeseada en los grandes felinos, y finalmente diezmando la población al ocurrir extinciones locales de la especie».
Uno de los cultivos que contribuye a profundizar este problema es la palma aceitera. Según parceleros de la zona, como Rolando Méndez, estas plantaciones crecen a pasos acelerados y le quitan espacio a los jaguares.

Ante esta alerta, los científicos del proyecto comenzaron a vigilar con la ayuda de imágenes satelitales el avance de estos cultivos.
“Hemos identificado, a través de imágenes satelitales, cómo en el sur del lago de Maracaibo se están expandiendo estos cultivos. Estos podrían estar ocasionando aislamiento en la población de jaguares de la región, evitando que puedan cruzarse con los de la Sierra de Perijá. De ser eso así, estaríamos hablando de una población condenada a la extinción”, explica con preocupación la bióloga.

Este problema arrastra uno mayor: el conflicto entre jaguares y hombres. Al reducirse el hábitat de esta especie, explican los científicos del proyecto, las posibilidades de encuentro con los habitantes del lugar son mayores y esto incrementa el número de muertes del felino, ya sea por cacería ilegal, temor ante la presencia de este animal o la reacción de los pobladores al detectar ataques a su ganado.
Jaguares en la mira
Osnelio Badell tiene a su cargo la coordinación de la oficina regional de Zulia para el Instituto Nacional de Parque (INPARQUES) —institución responsable de la protección y manejo del sistema de áreas protegidas de Venezuela— y reconoce el valor de contar con un grupo de científicos trabajando en la zona.
Uno de los hallazgos principales para Badell ha sido descubrir que existe una población importante de jaguares que vive dentro del Parque Nacional Ciénagas de Juan Manuel y la Reserva de fauna silvestre Ciénagas de Juan Manuel, Aguas Blancas y Aguas Negras.
Sin embargo, este funcionario de INPARQUES reconoce también que fuera de estos espacios protegidos, los jaguares enfrentan diversas amenazas. Destaca, sobre todo, la caza ilegal.
“La caza de este felino, al igual que en la totalidad de especies faunísticas que tienen su hábitat en estos ecosistemas que protege el parque nacional y la reserva de fauna, está totalmente prohibida, por lo que su cacería es ilegal y penado por la ley que rige estos espacios. Los pobladores autóctonos, los visitantes y los pescadores en un menor grado son los que practican esta cacería del jaguar”, sostiene Badell.
El problema es que la crisis económica del país no les permite contar con el presupuesto necesario para vigilar todo el espacio protegido.
“Aunque se sabe que los guardaparques del Instituto Nacional de Parques realizan un esfuerzo por el monitoreo, control y resguardo de esta zona, lamentablemente, las posibilidades de hacer vigilancia adecuada han disminuido por la falta de botes, combustible, entre otras cosas, y esto podría prestarse a que haya incremento en la cacería por parte de los lugareños”, señala Puerto.
La crisis económica no solo afecta a las actividades de control, sino también a la fauna silvestre, pues se ha detectado que las presas que consumen los jaguares son también demandadas por los pobladores locales.
El estudio logró establecer en la primera etapa de la investigación, en la que recolectaron muestras de excretas del felino en parcelas privadas, que los jaguares de la zona se alimentan, principalmente, de especies endémicas o de distribución restringida como el galápago de Maracaibo (Rhinoclemmys diademata), el Piro piro o capibara menor (Hydrochoerus isthmius) y la baba (Caiman crocodilus fuscus).
Estas especies son cazadas por los habitantes de la zona, señala Puerto, para sustituir los altos costos de la carne vacuna. Esto ha generado una disminución de la disponibilidad de presas naturales para los jaguares y agudizado el conflicto con los lugareños.

“El debacle y descontrol de la economía del país, así como la disminución para el acceso a los recursos alimenticios para la población que hace vida en estas áreas protegidas y sus zonas de influencia, lleva a sus integrantes a buscar alternativas alimenticias para poder subsistir, accediendo a la caza ilegal de algunas especies a la cual no escapa el jaguar, poniendo en peligro a su población y de aquellas que le sirven de alimento por ser una especie 100 % carnívora”, indica Badell.
Este es el panorama al que se enfrenta el proyecto Sebraba y que trata hoy de revertir generando conocimiento científico y mejorando la relación de los parceleros con los felinos.
Investigación para conservar
Entender el comportamiento de la población de jaguares que vive en la zona sur del lago de Maracaibo es clave. Solo así los científicos pueden tener la información necesaria para diseñar una estrategia de conservación que les permita salvar a esta especie catalogada a nivel nacional como Vulnerable, según el Libro rojo de la fauna venezolana.
El jaguar fue una especie de amplia distribución en Venezuela, sin embargo, entre los años sesenta y setenta, el comercio de su piel y las represalias por problemas de depredación generaron un descenso en su población. En los años posteriores, la caza y la deforestación se encargaron de reducir la presencia de este felino al 65 % del territorio venezolano.
“En la actualidad Panthera onca solo es relativamente común al sur de Orinoco, en Delta Amacuro, Sierra de Perijá, sur del lago de Maracaibo y partes de los Llanos occidentales. Además, hay poblaciones aisladas en Falcón, en algunas áreas de la Cordillera de la Costa, en la serranía de Turimiquire y en Los Andes”, se precisa en la sección dedicada a esta especie en el libro rojo de la fauna.
María Fernanda Puerto y sus colegas centraron sus estudios en el sur del lago de Maracaibo. Empezaron por instalar 30 cámaras trampa en las parcelas privadas para estimar la población en estos espacios y detectar la fauna asociada al ecosistema. Esta técnica de monitoreo permaneció activa hasta el 2015.
Los primeros resultados, a pequeña escala, arrojaron la presencia de 8 a 15 individuos por cada 100 km2.
El proyecto atrajo el interés de jóvenes estudiantes como Raúl González, quien trabaja como asistente de campo mientras continua sus estudios de biología en la Universidad de Zulia.
González colaboró en la instalación de las cámaras trampa. Estas eran ubicadas, explica, “a 3 km aproximado de distancia una de la otra en zonas donde se apreciaba el paso de fauna. Las revisiones de las mismas eran cada tres meses”. Recuerda que lograron reunir miles de fotografías y videos en los que no solo aparecían jaguares, sino otras especies como pumas (Puma concolor), ocelotes o cunaguaros (Leopardus pardalis) y Onzas o yaguarundies (Puma yagouaroundi).

Uno de los hallazgos que más llamó la atención del joven biólogo fue cuando detectaron “una cueva que era utilizada por varios individuos y de igual modo por otras especies de felinos”.
En el 2016, Puerto y sus colegas tomaron la decisión de ampliar el área de estudio para tener una medición más completa. Por eso no solo se instalaron las cámaras trampa dentro de las parcelas, sino también dentro de dos áreas protegidas.
“El análisis más reciente que incluye el Parque nacional Ciénagas de Juan Manuel y la Reserva de Fauna Silvestre Ciénagas de Juan Manuel, Aguas claras y Aguas negras estimó que pueden estar ocupando la región sur del lago de Maracaibo unos 115 individuos, aproximadamente”, señala Puerto y agrega que estos datos, aún no publicados, revelan la presencia de 3 a 5 individuos por cada 100 km2, aunque es una cifra que puede variar un poco considerando que queda material por analizar.
Lo que viene ahora es repetir este análisis cada dos a tres años para entender la dinámica de esta población y establecer si aumenta o disminuye.

Hallazgos alarmantes
La información tomada de las cámaras trampa no solo es útil para establecer el tamaño de la población, hay otros datos importantes que los científicos han rescatado.
La comparación es un punto importante: observar el comportamiento de la especie dentro y fuera del área protegida. “Necesitábamos conocer si en estas áreas protegidas estaban más seguros los jaguares, si se encontraban hembras con un mayor número de cachorros”, indica la bióloga.
Lo que encontraron, lamentablemente, fueron pocos cachorros en relación al número de hembras, sobre todo en comparación con otros lugares estudiados en Venezuela. La hipótesis que manejan detrás de esta cifra es la fuerte presión que existe sobre las áreas protegidas por el movimiento de gente a través de la vía fluvial.

“Los ríos que atraviesan el parque nacional y la reserva de fauna sirven como rutas de conexión entre los diferentes pueblos de agua del sur del lago, y los pueblos como Encontrados y Santa Bárbara del Zulia. Esto genera encuentros fortuitos con el jaguar que, según entrevistas, no terminan en buenos términos para el felino”, precisa la bióloga.
El segundo hallazgo, que aún se está estudiando, es la presencia de lesiones y tumoraciones en la piel de los jaguares. Estos problemas aparecieron tanto en el monitoreo de 2011 como en el último. Veterinarios venezolanos consultados por los científicos del proyecto señalaron que estas lesiones podrían estar asociadas al aislamiento que sufre la población, lo que obliga a los individuos a reproducirse entre ellos.

“Es necesario realizar exámenes hematológicos y genéticos de la población, y conocer a detalle qué está causando esto en los animales. Esto se observó en cinco individuos adultos diferentes (1 hembra y 4 machos), todos estos individuos desaparecieron del área monitoreada con cámaras trampa desde 2015”, señala Puerto.
La lucha por sobrevivir
Para el equipo de investigadores del Proyecto Sebraba trabajar con los habitantes de la zona es fundamental. Han empezado por desarrollar talleres en las escuelas y charlas informativas entre los parceleros. Lo que quieren atacar primero es el conflicto hombre-jaguar y para ello se han unido con INPARQUES.
“He conocido muchos que no permiten ya la caza en sus parcelas, quizás unos 15 o 20, y pescadores del río Catatumbo, por ejemplo, que en sus casas también dicen que no permiten que maten jaguares”, narra Puerto.

La bióloga venezolana cuenta con entusiasmo que muchos niños de la comunidad, hijos de los parceleros, están participando en la instalación de cámaras trampa y que incluso algunos pescadores asisten a la revisión de las imágenes registradas.
Aún recuerdan los científicos el caso de un cazador que decidió abandonar esta práctica ilegal y que ahora intenta que sus compañeros le sigan los pasos. “Él decía que eran los jaguares del proyecto y que si no se cuidaban los jaguares que vivían allí, pronto no iba a haber nada en el bosque; al escuchar eso nos alegramos y entendimos que el problema es más la falta de información”.
Badell precisa que la información generada por el proyecto les muestra la ruta para desarrollar más programas de educación ambiental y vigilancia, así como enfocarse en el “manejo de las especies que allí tienen su refugio”.

Lo que viene ahora es tratar de convencer poco a poco a los parceleros de que cuiden su bosque y que permitan recuperar el corredor biológico que conecta la fauna de los parques Sierra de Perijá y Ciénagas de Juan Manuel. Sobre este último, los científicos guardan la esperanza también de que prosperen las conversaciones con los coordinadores de la oficina de INPARQUES en Caracas, para conseguir que se expanda el área de protección del parque.
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