
Qué hace un tractor como tú en una feria de alta tecnología como esta
- InternacionalesMaquinaria AgricolaNoticias
- 21/01/2025
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Las Vegas.- Que entre un mar de TV, soluciones de IA, semiconductores o robotaxis, subirse a un tractor a sacarse una foto sea una de las grandes atracciones dice mucho de la revolución que se está forjando para salvar el futuro de la agricultura.
Subirse a un tractor puede parecer una tarea sencilla, pero si alguien lo intenta hacer con trajes y zapatos es harto probable que la cosa se le atragante. El más difícil todavía es intentar hacerlo con tacones. Para comprobarlo solo hacía falta pasar por el espacio que John Deere, probablemente el fabricante de equipos agrícolas más conocido del planeta, montó en el CES de Las Vegas, la feria de tecnología más grande e importante del mundo.
Unos minutos bastaban para ver desfilar por allí a decenas de asistentes y directivos, muchos de ellos con pinta de no haber visto un apero de labranza ni en fotos, que trataban de encaramarse al vehículo de turno para llevarse una foto de recuerdo posando con una de las gorras que regalaba la compañía. Además de levantar un inesperado fenómeno fan, se convirtió en una de las protagonistas de una convención donde tradicionalmente son los semiconductores, la inteligencia artificial, los coches o la electrónica de consumo las vigas maestras de la programación. No solo fue la afluencia a su stand. La conferencia que pronunciaron algunos de sus directivos en la jornada inaugural fue una de las más concurridas, y el CEO de la firma fue el protagonista de la portada de la revista que la organización edita todos los días del CES para recoger lo más importante de cada jornada.
Esta advenediza popularidad de John Deere no es más que un recordatorio que se está intentando imponer en la agricultura para asegurar su propia supervivencia gracias a la tecnología y superar dos de los grandes retos que amenazan el campo: la falta de gente que quiera trabajar la tierra y la constante y progresiva merma de terrenos disponibles para cultivar.
“Hay una presión tremenda en estos momentos sobre esta actividad“, resumía durante el CES una directiva de una empresa llamada Enko Chem, que se dedica a investigar soluciones climáticas que permita a los agricultores de todo el mundo mantener la eficiencia de sus cultivos a pesar del aumento de temperatura o la menor disponibilidad de agua.

Según cifras de la ONU, se calcula que en las últimas cuatro décadas, se ha perdido un tercio de la tierra cultivable a nivel mundial y se calcula que cada año se produce una pérdida media de más de 10 millones de hectáreas. Esto, junto a otros factores, también impacta en el número de granjas agrícolas. En un país como EEUU, uno de los grandes productores agricolas del mundo, se ha pasado de 2,2 millones de instalaciones en 2007 a 1,8 a finales de 2023. En Europa, según datos de Eurostat, en los últimos 15 años han desaparecido el 35% de explotaciones agrarias.
Las proyecciones apuntan a un escenario aún peor: en los próximos 25 años la degradación de terrenos podría reducir la producción de alimentos de origen vegetal en más de un 12%, lo que se podría traducir en un incremento del 30% de los precios.
Con la mano de obra, el horizonte no es mucho mejor. Por ejemplo, en España, en lo que va de siglo, los afiliados al Sistema Especial Agrario en España han caído aproximadamente un 25%. Un dato que si bien no refleja la fotografía completa es un buen termómetro de la gravedad del asunto. Desde hace un tiempo, el parche han sido los extranjeros, pero las regulaciones migratorias más estrictas y la competencia con otros gremios por atrapar esos trabajadores hacen cada vez más difícil cubrir los puestos necesarios.
En resumen, hay que hacer lo mismo con menos espacio y menos manos. Y el problema no va a hacer más que aumentar según la población mundial crezca. La única solución posible, para muchos, pasa por incorporar masivamente la tecnología y la automatización como se han hecho ya en repetidas ocasiones en el sector industrial. “La diferencia es que las fábricas suelen ser un entorno mucho más controlado que el campo. Por eso es normal que se haya producido primero en ese ámbito”, apunta Óscar Palacin, investigador de robótica y automatización de Eurecat, el centro tecnológico de Cataluña.
Los tractores ya no son lo que eran
La popularidad de John Deere en encuentros como el CES se debe a que básicamente han reinventado el tractor. Es cierto que la maquinaria agrícola lleva años en constante transformación, pero la metamorfosis está acelerándose gracias a conceptos de moda como inteligencia artificial, visión por ordenador o internet por satélite. Se han cumplido tres años de la presentación de su primer vehículo autónomo, una máquina trufada de cámaras y sensores que, junto a una solución diseñada por la compañía, era capaz de realizar ciertas actividades, como arar, sembrar o preparar la tierra, sin un agricultor al volante.
“Ahora lo pueden manejar desde el sofá de su casa, solo con un móvil”, explica a este periódico Greg Christensen, uno de los portavoces de esta compañía presentes en la feria. Una feria que la compañía aprovechó para presentar la nueva versión de su tractor autónomo, así como otro pensado para huertos frutales. También desvelaron un camión sin conductor capaz de mover más de 40.000 kilos de roca en canteras, así como un cortacésped pensado para trabajos de jardinería y paisajismo a gran escala. “Parecen cosas muy diferentes, pero tienen bastantes cosas en común, como la falta de empleados”, añade Christensen.
El nuevo tractor autónomo está plagado de tecnología. Para empezar, cuenta con una gráfica de Nvidia, entre otros componentes informáticos. ¿Quién le iba a decir a Jensen Huang, CEO desde hace más de 30 años, que este elemento tan codiciado por los más aficionados a los videojuegos iba a servir también en el campo? El objetivo es que el vehículo pueda ser capaz de realizar sus predicciones y planificación localmente, sin necesidad de recurrir a la conexión en la nube. Los objetivos de esto son variados: primero, una respuesta más rápida y menor latencia en el funcionamiento de la máquina; lo segundo, asegurarse de que la máquina siga funcionando de forma segura incluso cuando se pierde la conexión.
La multinacional ya firmó hace unos meses un acuerdo con Starlink para proveer de conexión satelital a sus tractores cuando estos no tengan otro tipo de cobertura, un problema que puede florecer en zonas rurales lejos de los grandes núcleos urbanos que los operadores suelen descuidar. Otra novedad es que ahora la cabina del vehículo estará equipada con 16 cámaras. Estos ojos trabajarán con otros sensores para dar una imagen 360° de lo que rodea al tractor. Todos los cambios, asegura la empresa, servirán para que este tractor sea más versátil y pueda cumplir con más tareas y, además, hacerlo a mayor velocidad que su predecesor. John Deere ya ha conseguido que los agricultores no tengan que manejarlos, pero sus metas son mucho más ambiciosas.
En el próximo lustro, se ha propuesto crear un sistema para cultivar cosas como maíz, uno de los principales productos agrícolas en EEUU, que no requiera intervención humana en ningún punto del proceso. “Si decimos autonomía, nos referimos a autonomía completa”, dijo Jahmy Hindman, director de tecnología de la marca, durante la presentación.

Pero una cosa es enseñar a un tractor a sembrar o fumigar una superficie despejada de varios campos de fútbol, y otra muy diferente es pedirle que maniobre una plantación de naranjos o manzanos.
Es lo que se pretende con su nuevo tractor, que además de estar equipado con el kit de conducción autónoma de su hermano mayor, también incluye un sensor LiDAR. Esta pieza, que ya hemos visto en coches autónomos como los robotaxis de Waymo y Google, emite ondas de luz que rebotan en los objetos, permitiéndole saber con precisión a qué distancia están. En el caso de la carretera, los vehículos también necesitan radares para conocer la velocidad y trayectoria de estos elementos, pero aquí no hace falta. Este equipo estará equipado con pulverizadores que podrán rociar las copas de los árboles con pesticidas contra plagas o con nutrientes, un proceso que actualmente se realiza varias veces al año de forma manual y muy lenta. Está pensado para funcionar con diésel, aunque la compañía ya está experimentado con la electrificación de algunos de sus modelos.
Aunque John Deere, por su larga tradición y su fuerte implantación en el mercado, parece estar llevando la voz cantante de esta carrera, no es la única compañía involucrada en estos menesteres. Kubota y Yanmar en Japón, Fendt en Alemania, Mahindra & Mahindra en la India… Por todo el globo hay un puñado de empresas que ya comercializan tractores y cosechadoras o han presentado prototipos ampliamente avanzados. Algunos de ellos, como la startup estadounidense Monarch, están trabajando en modelos autónomos que, además, utilizan únicamente energía limpia.

Pero la agricultura es mucho más que pulverizar árboles o arar terrenos. Cada año millones de personas en todo el mundo participan en la recogida en plantaciones de fresas, vareando olivos para recoger aceitunas o recorriendo viñedos para cortar con cuidado los racimos de uva. Sin embargo, ya hay diversos proyectos explorando la automatización de estas tareas. Uno de ellos lleva sello español. Se trata de un brazo robótico desarrollado por Eurecat en conjunto con TKNITA, un centro de investigación e innovación del País Vasco. El invento se presentó públicamente hace unas semanas en un evento sectorial en Málaga, y sus creadores explicaron que diseñaron y probaron nuevos componentes impresos en 3D para crear una máquina de esta naturaleza de forma asequible. Para las labores de detección y manipulación, se aplicaron una serie de algoritmos y otras técnicas de aprendizaje automático. “Lo hemos validado en un cultivo vertical de fresas, pero está preparado para trabajar con otras cosas como pimientos, frutos con hueso o tomates”.
Cómo enseñar a un robot a recolectar
Palacín detalla que uno de los mayores retos a la hora de desarrollar esta tecnología es que cada fruto tiene una manera muy específica de cogerse y que cada uno necesita de un tipo de hardware particular. “La fresa, por ejemplo, es delicadísima. Y con las manzanas, si vas muy a saco, puedes hacerles una marca, lo que automáticamente implica una caída de categoría y, por tanto, del precio”, argumenta.
Cuando se le pregunta cómo se enseña a un robot a recolectar, el investigador detalla dos vías. La primera es un enfoque más clásico en el que se le enseña y se programa el movimiento, introduciendo restricciones y obstáculos para que los tenga en cuenta. La segunda, algo más novedosa, consiste en crear una biblioteca de vídeos en los que se vea a humanos recogiendo la fruta, y todo ese material se le da al sistema para que aprenda por imitación. Este es un enfoque similar al que estaría ejecutando Tesla para que sus robotaxis aprendan a conducir. La empresa de Elon Musk estaría utilizando los vídeos de su red de automóviles en circulación con ese fin.

Este experto reconoce que automatizar un huerto tradicional de fresas o de tomates puede ser más complicado y dice que primero se verán ingenios como su proyecto en “cultivos verticales”. “Es algo que está surgiendo con fuerza ante la menor disponibilidad de tierras. Cultivos verticales en los que controlas todos los parámetros y son más fáciles de automatizar”, apunta, a la par que puntualiza que esto no es una tendencia a futuro, sino de presente. “En Estados Unidos están bastante avanzados en este sentido, y China ni te cuento”. Los cultivos verticales podrían representar un salto similar al que en su día supusieron los invernaderos en lo que se refiere a maximizar la productividad de los espacios de cultivo. Un buen ejemplo de ello son los Países Bajos, que, a pesar de su reducida extensión y de no tener los recursos supuestamente necesarios para la agricultura a gran escala, han conseguido convertirse en un gigante a nivel mundial gracias a apuestas de este tipo, así como a la investigación en técnicas de precisión o el diseño de semillas más capaces. Una de las barreras que estas soluciones tecnológicas tienen que superar son las reticencias de los agricultores. “Ellos mismos te preguntan cosas como cuánto tardan, qué precisión tienen, si saben distinguir si están maduras o no. Esas son cuestiones a las que estamos dando respuesta gracias a la inteligencia artificial y la visión artificial”. La entrada de tecnología de vanguardia en el campo supone también un choque con quienes llevan toda la vida dedicados a esta actividad. Un buen ejemplo es el enfrentamiento que tuvieron muchos granjeros con John Deere cuando empezaron a modernizar sus tractores. Máquinas que antes podían arreglar o poner a punto ellos mismos ahora tienen más controles y límites que antes debido a que los sistemas son más complejos. Algo que hace que estos trabajadores dependan mucho más de la compañía y del servicio técnico para cualquier reparación o contratiempo.
Ser más productivos, más precisos
La duda cuando se habla de todo este asunto es si esto está solo al alcance de los grandes productores agrícolas, mientras que los pequeños y medianos se quedan fuera de la ecuación. Aarón de Bernardis, CEO de NaxSolutions, una empresa que utiliza IA e imágenes por satélite para mejorar el rendimiento de las plantaciones, cree que no tiene tanto que ver con el tamaño como con el equipo y la mentalidad de los que están detrás. “Si hablamos de una pequeña explotación familiar, pues es probable que no entren al juego y no apuesten por estas cosas”, explica este directivo, que pone el acento en el medio plazo. “En unos años vamos a ver un proceso de concentración, donde muchas de estas explotaciones pequeñas y medianas no van a encontrar relevo porque muchos se van a jubilar, y veremos cómo se aglutinan y se crean escalas que faciliten la incorporación de tecnología y hacerla rentable”.

Para este empresario, este proceso de tecnologización del sector agrícola era algo que tenía que ocurrir tarde o temprano. “Vamos a ver un salto brutal. No solo porque tengamos menos tierra, sino también menos agua y los recursos como fertilizantes o semillas son cada vez más caros. Y no hay que olvidar que este es un negocio con mucho volumen y poco margen, así que no queda otra que ser mucho más eficientes. En Europa ha costado más, pero en países como Brasil o EEUU se ha visto en los últimos años”. Ese impulso por hacer todo más productivo es lo que se ha venido a llamar agricultura de precisión, y la empresa que dirige De Bernardis es un buen ejemplo de cómo la tecnología puede mejorar la toma de decisiones.
“Nosotros, gracias a la IA y a las imágenes de nuestros satélites, podemos detectar cosas que antes requerían tener a personas dando vueltas por el campo en busca del problema”, detalla. Por ejemplo, con sus fotografías son capaces de saber el volumen de agua que necesita una planta para llegar al nivel de alta eficiencia o si el riego se está ejecutando correctamente midiendo la evolución de la planta. Tres cuartas partes de lo mismo ocurre con el nivel de fertilizante que se necesita en cada punto. “Antes era algo que se repartía por igual o de forma sectorizada, pero ahora se puede hacer de forma mucho más granular”, apunta, a la par que augura una explosión de soluciones en los próximos años. “Se ha visto mucho interés en los últimos tiempos por los fondos de inversión, y eso va a explotar y provocar muchas más salidas al mercado”.
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