La bonita amistad de un toro y un ganadero / Jorge Euclides Ramírez

La bonita amistad de un toro y un ganadero / Jorge Euclides Ramírez

Las redes sociales están llenas de historias hermosas entre personas y animales. Muchas sobre perros y también gatos, algunas sobre aves y no faltan anécdotas sobre cochinos, monos, gorilas, delfines  y un largo etcétera donde hombres y animales entrelazan afectos indisolubles. Animado por estas razones voy a contar un suceso real sobre la amistad de un ganadero de nombre Silvestre y un semental puro raza Carora.

 

Silvestre Rodríguez toda su vida fue ganadero. Tenía una finca de aproximadamente 700 hectáreas de montañas y  suaves pendientes. Se llega luego de pasar Palmario y sortear quebradas y repechones, por una vía llena de vida, cobijada por armonías silvestres dentro de las cuales el trino de aves canoras algunas veces desaparece asustado al sentir el rugido de la bestia mecánica que solitaria se engulle la quietud de un paisaje donde el verde y el marrón cruzan espadas en duelo mítico de perseverancia y resistencia.

Silvestre Rodríguez tenía buenas vacas criollas y a todas las atendía con singular cariño y dedicación, Sus vacas estaban  un poco por encima de los cuatro litros diarios en promedio por animal. Una tarde Don Silvestre, sentado y pensativo miró las laderas y sus lagunas, observó sus vacas con orgullo y por dentro se dijo que sus tierras podían crecer en productividad. Para ello necesitaba incorporar una raza lechera que aguantara el sol con valentía, Silvestre sin saberlo sintió el mismo ramalazo de optimismo que un día tuvo Teodoro Herrera Zubillaga.

Y pensando y  pensando Silvestre Rodríguez se dijo para sí, si la Raza Carora aguanta el calor en lo llano mejor lo debe aguantar acá en el cerro donde la brisa bate con frescura. Decidió de esta manera comprarse un toro puro Raza Carora. Y como los soñadores no se conforman con lo bueno sino con lo mejor se fue hasta Sicarigua para obtener un semental de alta calidad que le permitiera mejorar la genética de su rebaño. Mario José Oropeza lo paseo por los corrales donde estaban los toretes para la venta, todos de buena plana y descendientes de animales con eficiencia lechera comprobada. Pero Silvestre se apartó de los corrales y se fue caminando hasta un galponcito donde  a la sombra estaba un hermoso torete, cruzó su mirada con el animal y allí nació una amistad profunda…Caramba Don Silvestre ese torete no está a la venta, es hijo de la mejor vaca que hemos tenido, de Santa Cruz, la cual de tan buena no la dejaron concursar más y solamente la llevamos a las ferias como una reina para que los ganaderos la vean y se tomen fotos con ella… Ese torete está destinado a ser  nuestro semental estrella en Sicarigua, por eso lo tenemos apartado, lamento mucho que se haya encariñado con él.

Pero no se imaginó Mario José Oropeza lo que puede la porfía de un hombre maduro persiguiendo un sueño. A torete bonito le dijo, si no me lo vende por lo menos deje que lo venga a visitar cuando pueda. Ante el extraño pedimento no quedó sino una respuesta positiva. Semanalmente Don Silvestre visitaba al torete, le sobaba y peinaba, el animal movía con agrado orgullo su robusto cuello. Pasaron algunas semanas y de pronto los encargados de cuidar al torete veían que este a ratos se entristecía y que solamente se alegraba era con la visita de Silvestre Rodríguez. Un día no quiso comer y tuvieron que llamarlo. Mario José le dijo a Don Silvestre, usted ganó, le vendo al toro porque sin uno saberlo usted lo hizo suyo a punta de cariño, lo que falta ahora es que lo pague y se lo lleve.

De este episodio hace ya varios años y el Toro Crucito, que así se llama, en correspondencia al empeño de su amigo Silvestre se puso en una de romance interminable y con la fuerza de un Juan Tenorio preñó a casi todas las vacas del rebaño de su nuevo propietario.

Ahora cuando se visita la finca que era propiedad de Silvestre Rodríguez se observa unos animales con un fenotipo raza Carora de alta calidad, las  vacas con grandes ubres y los machos con su corpulencia típica. Trece litros de leche por animal produce la finca de Silvestre, el mismo promedio de fincas con mayor tradición y más inversiones.

Esta lección además de contener lo hermoso de un sueño cumplido, explica con claridad el camino que debiéramos tomar en Venezuela si en verdad queremos elevar los niveles globales de producción lechera, Y no es otro que el buscar a la gente enamorada de su trabajo, gente que sueña con el campo, que ama y sufre junto a sus animales, que tiene la tierra metida en el corazón y la trabaja como si se tratase de un matrimonio bien avenido.  Jorge Euclides Ramírez

El Impulso 

 

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