
El caporal Castro Soteldo
- Opinión
- 10/09/2018
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Para comenzar, si su programa sale puntualmente por las pantallas televisivas no ocurre lo mismo cuando se le requiere en vivo. A los empresarios se les convocó a las 8 a.m. pero a las 12 del mediodía Castro Soteldo brillaba, refulgía, pero por su ausencia. Cuando finalmente apareció, con el copete canoso algo desgreñado, se mostró de muy malas pulgas. Una seguidilla de reclamos y las consabidas amenazas expropiadoras porque, a su juicio, los culpables de que los pobres estén pasando hambre de la buena no son otros que los productores agrícolas.
No aceptó darle la palabra al presidente de Fedeagro ni a ningún otro representante de sus “invitados”. “Fue un monólogo despótico y altanero”, llegó a afirmar un productor. Cuando consideró terminado su libreto, deliberadamente intimidador, se levantó intempestivamente, mandó todo el mundo a casita y convocó a puertas cerradas a 25 representantes de la agroindustria alimenticia, donde no estaba la más importante del país. Dicen que para meterlos en el corset del “precio justo”.
Hay quien opina que por su condición de piloto, Castro desde las alturas donde mora los ve a todos insignificante, como unas chiripitas. Y así los trata. Necesita un asesor que le diga que así no se cultiva ni patria ni simpatía. Pero, ¿le importará?