Barco a vapor en el Rio Tocuyo / Francisco Zambrano Gómez

Barco a vapor en el Rio Tocuyo / Francisco Zambrano Gómez

Durante buena parte del siglo XIX y comienzos del siglo XX los barcos a vapor  jugaron un papel de primer orden en el desarrollo del río Mississippi en los Estado Unidos, transportando pasajeros y mercancías. Pero no fue sólo ese tipo de carga convencional la que transportaron esos soberbios barcos, por cuanto fue un hecho cierto y documentado que algunos de esos navíos fueron utilizados como casinos y burdeles flotantes. La posibilidad de desplazamiento por el rio les permitía recoger pasajeros en la orilla de un estado o condado donde estuvieran prohibidos ciertos vicios y llevarlos a la orilla contraria del rio a otro estado o condado donde sí estaban permitidos esos vicios. Esa misma movilidad fluvial también les permitía evadir impuestos locales alegando que la riqueza se había producido en otro estado rio arriba, rio abajo o rio al frente.

 

Los Showboats fueron barcos a vapor convertidos en verdaderos teatros flotantes, que se pusieron de moda en el rio Mississippi a partir de 1831, entrando en decadencia durante la Guerra Civil norteamericana entre los años 1861 a 1865, aunque en 1878 volvieron a florecer hasta comienzos del siglo XX. En pleno siglo XXI todavía existen barcos a vapor surcando el rio Mississippi pero en labores básicamente turísticas.

Uno de esos últimos showboats de nombre Water Queen decidió detenerse a comienzos del siglo XX en la ciudad de New Orleans por encontrarse en estado de quiebra. Era tal su estado ruinoso que los propietarios optaron por dárselo en pago al capitán y los cocineros por todos los salarios atrasados.

El capitán Otis Chapman era un corpulento navegante muchísimo más oscuro que el blanco algodón de la hacienda donde había nacido. Al consultar con sus marineros el provecho que pudieran sacarle al barco, algunos propusieron convertirlo en un burdel naval que surcara las costas del Caribe. La mayor parte de la tripulación desertó en el acto, pero Otis y el jefe de cocina, otro avezado marino oriundo de Ohio, un poco más claro que Otis, y de nombre Regis decidieron emprender la conquista de las costas caribeñas.

En la misma New Orleans cambiaron el nombre del barco por el de Princesa del Sol y sin mucho trabajo reclutaron cinco jóvenes aventureras que no cambiaban de color por el intenso sol, y una madame, algo mayorcita ya pero en pleno ejercicio, llamada La Tuerta. La Tuerta ya era famosa en el delta del Mississippi por esa época, porque tenía la característica de no poder mentir en la cama; cuando realmente estaba excitada de verdad se le abría el ojo tuerto. En las costas de Matamoros hicieron su primera parada exitosa de seis meses y renovaron personal femenino. Luego siguieron otras estadías semestrales en Tampico, Veracruz, Cancún, Bluefields, Colón, Cartagena, Barranquilla y Puerto Cabello con el éxito suficiente para sobrevivir y ahorrar algunos cobres.

Cuando estaba terminando la pasantía del Princesa del Sol en Puerto Cabello, algún trujan le habló al capitán Otis Chapman de una tal Carora.

Ahí si hay real mi samba, esos ganaderos te dan lo que sea por tu ganado. Puedes llegar a esos ricos territorios surcando el rio Tocuyo monte adentro, entrándole por la desembocadura que queda más al oeste de aquí.

Fueron tantas las maravillas de Carora que le hablaron al capital del barco a vapor que averiguó la forma de llegar a ese dorado contemporáneo, y le confirmaron que el rio Tocuyo efectivamente era navegable.

La Tuerta comenzó a hacer planes económicos para su retiro y entusiasmó a todas sus chicas que ya se veían conociendo a Rómulo Gallegos para que les escribiera su futura Doña Bárbara inspirada en alguna de ellas.

Si hoy día es insólito ver una fragata en una autopista, imagínense a comienzos de siglo XX ver un barco a vapor surcando el rio Tocuyo. El Princesa del Sol eclipsó a los ribereños del rio Tocuyo durante varias semanas navegando rio arriba. Hasta hubo una caravana de unos diez peñeros que lo acompañaron varios kilómetros siguiendo el exótico vapor. Dos semanas después, ya casi sin vapor, el Princesa del Sol ancló en una playa cercana a la población de Rio Tocuyo, en las proximidades de Carora, en el estado Lara venezolano.

El funcionamiento del “Club Social, Deportivo, Cultural, Familiar y de Beneficencia Princesa del Sol” fue todo un éxito inmediato. Ganaderos y hacendados de todo el distrito comenzaron a curiosear el imponente barco y su dilecta tripulación, corriendo la voz de su esplendoroso servicio. Fue tanto el entusiasmo que despertó en la comarca, que dos hermanos de Barrio Nuevo se aventuraron a ir en burra hasta Rio Tocuyo a disfrutar de los placeres importados. Cuales Caballeros Templarios de la Edad Media, llegaron los dos mozalbetes  montados en la vieja burra de la familia una tarde de mucho sol. Cuando quisieron entrar descubrieron que el servicio era muy caro y no tenían plata para los dos, ni siquiera para uno. El lunes popular de los cines todavía no existía. Con la sola gratuidad del perfume que salía del interior del navío tuvieron que regresarse los muchachos, practicando con su vehículo de tracción de sangre lo que no pudieron disfrutar en el harén flotante.

Como había que promocionar más la mercancía, el ingenioso capitán Otis Chapman ideo una barca plana impulsada por dos remeros-guardaespaldas que acompañaran dos o tres de las chicas de La Tuerta, en paños menores, por el rio Morere, cercano al rio Tocuyo, pasando varias veces al día en ida y vuelta por la ribera que da a la ciudad de Carora. Cuentan que no había nada más refrescante que ver pasar esas mulatas caribeñas con los calzones  largos de gaza mojados, por el rio o por el sudor, muchas veces hasta con el torso desnudo.

Chonto Herrera era un joven de la Zona Colonial de Carora que a sus veinte años  todavía no había probado ciertos placeres de la vida (los mismos que querían probar los hermanos de Barrio Nuevo). Sus padres (y él mismo), estaban angustiados porque no sabían si le gustaban las mujeres o los hombres. A esa edad todavía no estaba seguro de su masculinidad y ya lo daban por perdido para la multiplicación de la especie.

Una tarde en que Chonto Herrera pasaba por el puente Bolívar, sobre el rio Morere, camino a la Otra Banda, vió pasar la insólita barcaza. Una joven negra inverosímil, de nombre Amparo, y con más curvas que la carretera para Barquisimeto, resolvió todas las dudas de la familia Herrera. A Chonto le pareció que la barcaza necesitaba una vela para propulsarla y enseguida ofreció su mástil desconocido. Muchos lo escucharon pasar corriendo y sonriente hacia su casa gritando: “Soy hombre, soy hombre”.

Dos días después, y sin esperar a que papá Chusmón Herrera regresara de la finca de Montaña Verde para pedirle dinero, Chonto agarró todos sus ahorros y se fue a descubrir el Princesa del Sol.

La Tuerta vio entrar aquel muchacho alto, flaco, colorado, y fue personalmente a atenderlo. Le ofreció toda una serie de servicios que el muchacho no entendía. El sólo buscaba con la mirada a Amparo. Cuando la muchacha, natural de Barranquilla, apareció arrecostada al espaldar de un sofá y cruzó miradas con Chonto, supo que ya no tendría que esperar que Rómulo Gallegos le escribiera una novela. Juan Páez Ávila la escribiría.

Tres días duró encerrado Chonto en la habitación con Amparo.  Cada cuatro horas aprendía algo nuevo, y aunque le ofrecieron cursar otras materias en otros salones del barco, este no quiso salir de su templo. Como el lunes ya no tenía plata ni para regresar a Carora, le dieron la cola en la barcaza a cambio de que pregonara a viva voz los servicios del Princesa del Sol por las riberas del rio.

Un mes después Chonto ya había liquidado todos sus ahorros, los de su hermanita, los de su mamá, había dado en prenda su caballo y había sacado un fiado exorbitante en la tienda de Flavio Herrera. Doña Elvira de Herrera no paraba de rezar en la iglesia San Juan Bautista por el feliz rescate de su hijo, y ansiosa esperaba el viernes la llegada de Chusmón para que tomara cartas definitivas en el asunto.

Cinco minutos duro la preocupación de Chusmón delante de doña Elvira. La confirmación de que su hijo era hombre y que lo mandaban a él con permiso superior para un burdel no producían en el soberbio ganadero otra cosa que una profunda y disimulada alegría.

El sábado en la madrugada salió Chusmón en viaje expreso hacia el ya famoso Princesa del Sol. Había prometido estar de regreso con su hijo esa misma noche. El domingo no había vuelto, el lunes tampoco. Doña Elvira temía que se hubieran extraviado en el camino o que los hubieran reclutado para alguna de las montoneras de la época. El martes rezó todo el día, el miércoles la Virgen le susurró con una leve briza que entró de la Plaza Bolívar que los hombres de su casa lo que estaban era alzados, más compenetrados y orgullosos que nunca. El jueves organizó en la iglesia a dos docenas de mujeres víctimas de situaciones parecidas y el viernes arrancaron en procesión, no muy religiosa, a poner orden en la comarca. En Rio Tocuyo se les unieron otras decenas de mujeres preocupadas por el vicio reinante en su territorio y partieron en busca del barco de juegos, apuestas y perdición.

Ya era de noche cuando la avanzada de la moral y la familia llegó a la puerta del barco. Sin mediar palabra alguna doña Elvira entró con una antorcha en la mano. Encontró a Chusmón en la mesa de naipes explicando el juego de pericón. La pelea comenzó, otras señoras entraron con actitud violenta en busca de sus hombres. Chusmón explicó que Chonto estaba tan enamorado que llevaba una semana rogándole que cambiara y sin poder convencerlo de que regresara a casa. Una vecina de doña Elvira le dio una cachetada a su marido y lanzó su antorcha contra el bar. Las llamas se expandieron rápidamente por todo el salón y las caroreñas con sus hombres lograron salir a tiempo de evitar la asfixia. Doña Elvira agarró a Chonto por la oreja y se lo llevó regañándolo: “Prefiero que seas marico a que seas putañero”.

El capitán Otis Chapman logró levar anclas y poner las maquinas a máxima velocidad para evitar la feroz agresión  y huir rio abajo en dirección al mar Caribe. Fue tanto el daño causado por el incendio del bar y  la potencia excesiva desplegada en sus calderas en el desesperado escape, que muchos kilómetros rio abajo, y cuando ya estaban a salvo de la turba, la caldera explotó. El capitán recordó que en un accidente igual en el rio Mississippi había fallecido el hermano del escritor Mark Twain  y ordenó el desalojo inmediato sin que nadie se las tirara de valiente. El barco siguió rodando solo hasta que se estrelló en una curva de un paraje inaccesible de esos desolados parajes. Una insólita lluvia comenzó a caer y terminó de apagar el incendio, pero no pudo evitar la muerte y abandono definitivo del casino-burdel flotante más exuberante que hubiera conocido esas tierras.

El legendario capitán norteamericano tomó las siete mujeres que le quedaban junto a la tripulación y emprendió por varias rutas la larga travesía hasta Puerto Cabello, donde trabajaron el tiempo suficiente para comprar el pasaje de regreso a sus respectivos países. Más nunca se supo de ellos.

El suceso fue tan vergonzoso que los protagonistas prefirieron callarlo. A finales de marzo de 2001 encontraron los increíbles restos del Princesa del Sol en un recodo del rio Tocuyo, en la región serrana de Viloria, Municipio Unión del estado Falcón, limítrofe con el municipio Urdaneta del estado Lara,  sin que nadie haya podido explicar la razón de su existencia allí.

En una finca de Montaña Verde se hizo famosa una mulata hermosa que nadie sabe de dónde salió ni cómo llegó allí. Tuvo seis vástagos con el primogénito del dueño de la finca, que nunca la llevo para Carora donde estaba casado con una prima que le dio otras cuatro hijas. Los seis niños campesinos al nacer lloraban con un inconfundible acento barranquillero.

Algunos ribereños del rio Tocuyo contaban, aunque nadie les creyó, que cuando eran  niños vieron pasar un barco a vapor en llamas por el rio, y que escucharon como en la proa una vieja loca gritaba, con los ojos bien abiertos, la célebre e implacable maldición que desde entonces atormenta a muchos hombres de Carora:

“Más nunca va haber un burdel bueno en esta tierra.”

Ediciones Imposibles

 

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