
¡Ojala que llueva café! / Werner Gutiérrez Ferrer
- Opinión
- 18/01/2017
- 32
Es contradictorio que en la Venezuela del “Socialismo siglo XXI” que pregona en su retórica discursiva haber alcanzado la seguridad y soberanía agroalimentaria, el acceso a nuestro acostumbrado guayoyo o al tinto bien cargado, se haya convertido en casi un lujo, cuando durante casi cien años de historia, la producción y la comercialización de nuestro grano “uno de los mejores cafés del mundo, y el mejor café suave a nivel internacional” llego a constituirse inclusive, en la base de la economía nacional.
En 1895 nuestro país llegó a ocupar el tercer lugar entre las naciones con mayor producción a nivel mundial. El bienestar y prosperidad de los pueblos andinos y el desarrollo de ciudades, como Maracaibo, está indisolublemente unido a la riqueza que ingreso al país por la exportación del verdadero “oro negro”, que nunca como nación, debimos abandonar.
Sin duda, que la entrada en escena de la explotación petrolera fue uno de los principales causantes que la actividad económica del café se viera disminuida en nuestro país, entrando en un proceso caracterizado por la sobrevivencia, ante una realidad en la cual era muy poco probable que pudiese llegar a ser competitivo con el petróleo.
Este escenario de decadencia del rubro agrícola más importante de toda nuestra historia, llega a su mayor punto de declive durante los últimos 16 años, cuando Venezuela perdió 230 años de cultura y amplia experiencia, como país exportador de café. Ha sido de tal magnitud el daño causado que Venezuela, si desea mantener su consumo histórico, deberá importar alrededor del 80 % del café demandado en su mercado interno durante el presente año (2.2 millones de quintales).
Para el año 2000, al iniciar el Gobierno de Hugo Chávez Frías, se cosecharon dentro de nuestras fronteras 226.863 hectáreas de café (Fedeagro), registrándose la recolecta de 1.45 millones de quintales (Organización Internacional del Café), lo que equivalía a 3.3 kilogramos de café cosechado por cada habitante. Según las estimaciones de los gremios y organizaciones cafetaleros del país, durante la cosecha 2016/2017 que está en proceso, se cosecharan alrededor de 450 mil quintales, reduciéndose, de cumplirse estas proyecciones, a sólo 0.7 kg de café producido en nuestros campos, por habitante. Esto, significaría una disminución en la cosecha nacional de alrededor del 70 % en un lapso de 17 años.
Las razones principales de este descalabro pueden reducirse en: a. Inseguridad existente en las zonas productoras que han producido el desmantelamiento y abandono completo de diversas unidades de producción principalmente en Lara y Portuguesa, b. Escases de agroinsumos en el mercado nacional que le permitan al agricultor realizar las labores culturales propias del cultivo tales como fertilización, control de malezas, plagas y principalmente el control de la roya, enfermedad que ha mermado el rendimiento de casi el 100 % de nuestras plantaciones de manera significativa por no disponer de los fungicidas para su control, c. Pésimo estado de las vías de comunicación que impide el traslado de insumos y arrime de las cosechas, d. Falta de apoyo gubernamental para la renovación de plantaciones con nuevas variedades resistentes y de mayor rendimiento y e. Férrea política de control de precios de la cosecha que impide el cubrir los costos de producción, y el lograr la rentabilidad de las unidades de producción dedicadas a este valioso cultivo, lo cual, ha sido el principal causante de la merma en la superficie y en la producción, ya que literalmente día a día, está produciendo la ruina de la familia cafetalera nacional.
En gaceta del 22 de diciembre pasado el gobierno nacional anunció el nuevo precio del grano a nivel de productor, proceso que ha sido definido como “una puñalada trapera, una estocada” hacia los productores. Los valores fijados (110 mil bolívares el lavado A, el lavado B en 77 mil bolívares y el lavado C o natural bueno a 55 mil bolívares) no se corresponden con las estructuras de costos de producción presentados por los agricultores, quienes aspiraban un ingreso sobre los 220 mil bolívares por quintal consignado a las receptoras.
Se desconocen los criterios que privaron dentro de los representantes gubernamentales para fijar estos nuevos precios, pero es evidente que están desfasados de la realidad del mercado nacional. El gobierno parece desconocer que inclusive las propias plantas bajo control oficial, estaban cancelando a los agricultores 230 mil bolívares por quintal de café recibido, en consonancia a lo que estaba pagando el mercado a los caficultores.
El sector oficial insiste en aplicar las mismas políticas erradas dentro de su modelo agrícola – económico fracasado e ineficiente, que ha ocasionado la destrucción de nuestra agricultura, por lo que “por ahora”, la única esperanza que nos queda a los venezolanos si deseamos continuar nuestra vieja tradición de disfrutar del exquisito aroma y sabor del café venezolano durante el amanecer, o en las largas tertulias de reencuentro entre amigos, será el esperar que “llueva café en los campos”.
Ing. Agr. M. Sc. Werner Gutiérrez Ferrer
Ex Decano de la Facultad de Agronomía de LUZ
@WernerGutierrez