La Espiga, en Portuguesa, el monumento agrícola más alto del mundo
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- 17/09/2018
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Nombre: Monumento a la Agricultura / La Espiga.
Año: 1981 – 1982.
Tipo de patrimonio cultural: Tangible / inmueble. Monumento en espacio público. Escultura.
Dimensiones: 40 metros de alto. Concreto armado en obra limpia.
Administrador custodio o responsable: concejos municipales de Páez y Araure del estado Portuguesa.
Construida dos décadas antes de concluir el siglo XX, La Espiga es referente de la arquitectura venezolana. La atrevida escultura, del Arq. Gustavo Legórburu (1930 – 2013), es junto con el Santuario Nuestra Señora de Coromoto, en Guanare, la edificación más imponente de Portuguesa. Y quizá el monumento agrícola más alto del mundo.
Historia
1980: inspiración instantánea
La idea de construir el monumento La Espiga, en Portuguesa, se debe al presidente Luis Herrera Campins (1925 – 2007). Nacido en Acarigua donde se erige la obra, desde el principio de su mandato (1979 – 1984) concibió dejar a la posteridad un tributo que rindiese homenaje a la agricultura como principal actividad de sus paisanos. Conocidos los talentos del arquitecto caraqueño Gustavo Legórburu (1930 – 2013), a principios de 1980 el mandatario encomendó su ejecución al prestigioso profesional.
Los orígenes de la obra están contados por Legórburu en el diario Última Hora de Acarigua del 18 de septiembre de 2005. Testimonia su creador que cierto domingo a principios de 1980, muy de mañana, recibió en Caracas una llamada telefónica del mandatario acarigüeño. Tras colgar dos veces, por creer que se trataba de una broma, el propio presidente tomó la bocina: —“Quiero encargarte de un trabajo: diseñar un monumento en Acarigua”. Pasada media hora, se encontraron en La Casona y dos fines de semana después junto con la comitiva presidencial aterrizaron en Acarigua.
Al atardecer de ese viernes, Herrera Campins y Legórburu se presentaron en una antigua redoma donde convergen la avenida 13 de Junio (Las Lágrimas) y la carretera nacional hacia Guanare. El presidente tomó la palabra. “En este lugar que va a ser una plaza, quiero que diseñes un monumento a la agricultura”, le dijo. Cuenta el arquitecto que habiéndole manifestado al presidente que el lunes siguiente comenzaría a pensar en el proyecto, le escuchó decir de inmediato: —“¿El lunes? No chico, ahora mismo. A los artistas se les vienen las ideas de inmediato”.
Recuerda Legórburu: “Tenía tres alternativas: o insistía en el lunes, o rechazaba el encargo (y no era prudente), o ponía a funcionar la imaginación ¡ya! A punto estaba de lo segundo cuando —hoy en día me parece que fue algo providencial— atisbé, en la penumbra, un pequeño atado de forma cónica al borde de la redoma; lo asocié, no me explico la razón, con la obra de (Jesús) Soto y se me ocurrió una arriesgada idea”.
– “Voy a proponerle un monumento cinético”, dijo al presidente. Y le aclaró de seguidas: “El monumento será estático. Un elemento alrededor del cual tendrán tantas perspectivas como puntos de observación se tengan”.
“Al fin una especie de luz se abrió paso en mi cerebro: una forma alabeada, totalmente distinta desde cualquier punto que la observara, con altura y magnitud justas para que se apreciara desde una buena parte de la ciudad y, lo más difícil, que en su concepto hubiera algún elemento, alguna muestra que expresara su objetivo”. Arq. Gustavo Legórburu sobre la concepción del monumento a la Agricultura, conocido como La Espiga.
El lunes siguiente, en Caracas, realizó los primeros trazos. Alejándose de motivos convencionales asociados a herramientas agrícolas o iconos de la siembra, se concentró en una sola idea. “Al fin —cuenta— una especie de luz se abrió paso en mi cerebro: una forma alabeada, totalmente distinta desde cualquier punto que la observara, con altura y magnitud justas para que se apreciara desde una buena parte de la ciudad y, lo más difícil, que en su concepto hubiera algún elemento, alguna muestra que expresara su objetivo”.
Una vez concebido, la descripción del monumento en testimonio de su creador es como sigue: “Finalmente la solución consistió en erigir un paraboloide hiperbólico, figura recta conformada por líneas rectas que den origen a un volumen que va cambiando, como contorneándose a medida que se eleva. La base es un rectángulo cuyas proporciones permanecen idénticas en todo su desplazamiento vertical. A distancia puede verse como un monolito paralelepípedo rectangular que, inmediatamente que se circunda, cambia de forma, hasta que, en cierta posición, se asemeja al atado campesino en el cual me inspiré. ¿Cómo imprimirle un carácter particular del lugar donde se ubicaba? Entonces tuve la ocurrencia de partir en dos, mediante una hendidura en su cúspide para señalar justamente, la presencia de dos municipios en que se divide la ciudad Acarigua y Araure”.
1981: Monumento a la Agricultura
El mismo año 1980, en la oficina de Legórburu en el edificio Mata de Coco de Chacao en Caracas, se llevó el proyecto a planos. En las tareas de diseño le acompaña su hijo Gustavo Luis Legórburu, igualmente arquitecto. A falta de programas computarizados para visualizar la idea en tres dimensiones, Legórburu hijo es quien, a petición de su padre, dibuja por vez primera el monumento y realiza su axonometría. La hermana, Valentina Legórburu, elabora igualmente una maqueta que se transferirá a diapositivas.
La visión de su creador era construir una estructura de concreto armado, sostenida sobre sí misma con una rotación de 90°. Se elevaría en impecable obra limpia a 40 metros de altura, rematada en el ápice por una ranura vertical de 10 metros que ocuparía los últimos 4 tramos de la imponente escultura. La redoma escogida para la construcción sería la confluencia de las avenidas 13 de Junio (Las Lágrimas), Los Agricultores y Los Pioneros. El lugar define la exacta línea divisoria de las ciudades Acarigua y Araure.
El proyecto fue financiado con recursos del Ministerio del Desarrollo Urbano (MINDUR). La ejecución estuvo a cargo de la empresa Rodríguez Añez Ingeniería C.A. (RAICA), domiciliada en la carrera 2 calle 2, N° 2-19, Quinta Oliva de Barquisimeto. Inscrita en el Registro Mercantil del estado Lara el 22 de febrero de 1980, la compañía era propiedad de los ingenieros Marcos Alberto Rodríguez Gutiérrez y Nerio de Jesús Añez Sánchez. Según Añez la obra tuvo un costo total de Bs. 4 200 000, iniciada y financiada sin contrato, hasta su culminación cuando pudo ser cobrada en una sola valuación.
La Ing. Elinor Neri y Gustavo Legórburu hijo refieren que el cálculo estructural del monumento fue realizado por el ingeniero y profesor Henrique Arnal. Experto en ingeniería estructural, Arnal formaba parte de la Oficina Técnica Eduardo Arnal H., fundada en Caracas en 1952. Entre sus méritos registra un Manual para el Proyecto de Estructuras de concreto armado para edificaciones (MINDUR 1984), en coautoría con el Ing. Salomón Epelboim, referencia obligada en este tipo de construcciones.
Sobre la génesis del monumento, Legórburu hijo recuerda: “Los primeros dibujos del monumento no llevaban la hendidura superior, con la que mi padre quiso simbolizar la unión de Acarigua y Araure. Dibujé la axonometría de la escultura un mediodía. Pero una cosa es tener la idea y otra cómo construirla. Entonces, el ingeniero Henrique Arnal quien era un ingeniero brillante e hizo los cálculos, sugirió a mi padre la empresa norteamericana que podía lograr el difícil acabado de encofrado de los muros”.
Los trabajos de construcción comenzaron a mediados de 1981, con el empleo de unos 20 trabajadores. La empresa acarigüeña Proyectos y Desarrollos S.A. (PRODESA), del Ing. Arnaldo Alvarado, socio de Añez en otros proyectos, sirve de apoyo en algunas tareas. Como maestro de obra se desempeñó el portugués João Costa, residenciado en Barquisimeto, donde vivía aún en el año 2005. Entre los trabajadores contratados en la ciudad estaban Germán Escalona, vecino de Guaimaral en Araure y el maestro Francisco Tarazona, únicos carpinteros responsables de apuntalar el encofrado. Junto con su padre trabajó igualmente Carlos Tarazona, para entonces de veinte años.
A fin de lograr la forma ‘alabeada’ concebida por Legórbru, se fabricó el gigantesco molde de acero sugerido por Arnal. La tarea fue encomendada a la compañía norteamericana EFCO, fundada en Iowa en 1934 por W. A. Jennings, la única que podía fabricarlo en Venezuela. Especializada en montaje y sistema de rotación de encofrado metálico para concreto, la empresa elaboró una descomunal formaleta —en aparente forma de hexágono alargado— con el que se obtuvo la estética curvatura.
Elaborado con una ligera inclinación para lograr la torsión deseada, el encofrado tenía una medida de 2,50 metros de alto por 17,50 metros de largo. Los ángulos de los extremos contaban 1,50 metros. La altura del molde serviría para fraguar cada tramo de la estructura. Vaciados los 16 tramos de 2,50 metros, se completarían los proyectados 40 metros de altura. Para modelar el manojo de espigas, el encofrado registraba un acabado de 50 bordes dentados. Endurecido el cemento y sometidos al efecto de luz y sombras, estos bordes acanalados de 6 centímetros de profundidad simularían el ‘atado’ de espigas plasmado por su creador.
El ingeniero Nerio Añez y Gustavo Legórburu hijo se refieren a este novísimo molde como un ‘encofrado deslizante’. Añez precisa que su elaboración costó Bs. 1 200 000, poco más del 25 por ciento del monto total de la obra. Carlos Tarazona detalla que estaba conformado por dos módulos metálicos separados, ensamblados en sus extremos por medio de tornillos. Una vez acoplados, brindaban la horma que concede contorsión a la escultura. El Ing. Carlos Ojeda, hijo del homónimo cronista de Acarigua, lo describe como un “molde rectangular, ranurado, rematado en bordes biselados”.
Sobre la base de la estructura Ojeda expone: “El monumento se asienta sobre pilotes de concreto, con un cabezal de unos 2 metros de altura de concreto armado. Su vaciado en hormigón y premezclado duró dos días, con plantas de Acarigua, Araure y Barquisimeto”. Adiciona Tarazona hijo que estas fundiciones o ‘arranques’ se fraguaron con perforaciones de 25 y 35 metros de profundidad, en más de 10 pilotes enmallados con cabillas de una y media pulgada. Según su testimonio, para el vaciado de la loza que sirve de cimiento se utilizaron 619 metros cúbicos de concreto. El polígono de la loza base del monumento tiene forma de octágono.
Emprendidas las faenas de construcción, en la amplia plazoleta fue instalada una Grúa Telescópica P&H de 50 m, con la que se ejecutó la suspensión del molde para realizar el hormigonado de los muros. La grúa facilitó el desplazamiento del encofrado metálico como carga suspendida. Del mismo modo, se la usó para enganchar una cesta de 8 x 8 m con la que diariamente se elevan ocho obreros ocupados en las labores de encofrado. A los trabajadores se les paga un bono semanal de riesgo ‘por altura’ de Bs. 7.
En 2005, entrevistado por la periodista Jannette H. de D’Alesandro, el maestro de obra Francisco Tarazona recuerda: “Al terminar la base de dos metros y medio, costó mucho para sacar el jumbo. Cuando se fue a montar la segunda, no encajaba porque parece que la parte de arriba del jumbo era más ancha. Por eso fue necesario paralizar la obra y modificar los planos para proseguir” (Suplemento dominical Hoy, 16-10-2005, p. 3).
40,88 metros de altura
Refiere el ingeniero Añez que durante el proceso de levantamiento el Arq. Gustavo Legórburu, creador del monumento, visitó en dos oportunidades las tareas de encofrado. La construcción se inició en la base con dirección norte-sur, para rematar la torsión de la cúspide en sentido este-oeste. Vista desde una perspectiva cenital, el giro de su eje imaginado ofrece una rotación de 90° grados, en forma de cruz, siguiendo los puntos cardinales.
Concluidos los cimientos, con paciente esfuerzo, se fue vaciando el concreto por tramos adentro del encofrado metálico. El trabajo más laborioso constituyó la tarea manual de apuntalar, secuencialmente, cada tramo del encofrado. Francisco Tarazona devela: “Cada tramo de la espiga tiene dos metros con 50 centímetros. Cada 10 metros, sellábamos una placa y quedaba una cámara de aire”. Tarazona hijo refiere que la primera cámara se dejó a partir del cuarto tramo, sellando en total cuatro a lo largo de la estructura.
Francisco Tarazona evoca que cuando se desencofró la hendidura del tramo que remata la escultura, el carpintero Germán Escalona casi pierde la vida, empujado por las altas corrientes de aire. “Pasamos un buen susto —cuenta—, porque el otro carpintero era muy flaco y la brisa casi se lo lleva. Teníamos nuestro cinturón, que aún lo guardo de recuerdo, pero al menos yo estaba tan acostumbrado para trabajar en los andamios que ni me lo ponía”.
Los “tesoros” que guarda la escultura
Convencidos de la trascendencia de la obra, refiere su hijo Carlos Tarazona que para perpetuar la vinculación de los trabajadores con el monumento, la cuadrilla de obreros fue depositando instrumentos de trabajo en las referidas cámaras de aire. En pequeños cajones de madera elaborados por su padre se embutieron los modelos de maderas, cabillas y clavos utilizados en el encofrado, lápices de carpintería, un correaje o clavera, alicates, serruchos, seguetas, guantes, ropa de trabajo y monedas de circulación del momento.
Estos ‘tesoros’, como les llamó en vida Francisco Tarazona, se depositaban después de sellar las placas de los dieciséis tramos. “Ahí dentro hay —cuenta el protagonista— una Biblia que la colocó el ayudante de carpintería, de apellido Numa, quien era evangélico. Yo como en ese entonces estaba haciendo un curso por correspondencia de Rosacruz, dejé adentro el libro que utilizaba para ello”. Refiere igualmente que al completar el último tramo, los dos maestros de carpintería depositaron en una de las cámaras los cascos con los que trabajaron durante la obra. “Le escribimos con un marcador nuestros nombres, la fecha del día y anotamos que pasarían siglos y siglos, y solamente si venía una bomba atómica se caería este monumento […]”.
Después de un año de trabajos, la escultura quedó totalmente culminada a mediados de 1982. La altura final del monumento registró poco más de los 40 metros previstos en el proyecto. Las separaciones entre los tramos del encofrado aumentaron una diferencia de 5,5 centímetros. Contadas estas quince uniones del molde, más el remate de la cumbre, las mismas arrojaron 88 centímetros para una altura real del monumento de 40,88 metros. Si a ello se suman los 65 centímetros de la loza que sobresalen desde el nivel del suelo, el monumento registra una altura total de 41,53 metros.
En reconocimiento al pulcro acabado obtenido por el molde confeccionado por EFCO de Venezuela C.A., la obra sirvió de portada a color de la revista Form Marks, publicación internacional editada trienalmente por la empresa, que ofreció detalles técnicos del molde totalmente novedoso en Venezuela. Gustavo Legóburu hijo refiere que fue la primera vez en el mundo que se usó un molde de esa compañía para construir una escultura.
1985: plaza de Las Espigas
Pese a su magnificencia, el monumento nunca fue inaugurado. La asunción de Jaime Lusinchi a la presidencia de la república (1984 – 1989) impidió que su homólogo Luis Herrera Campins la entregase formalmente. En desconocimiento de su verdadero autor, la ciudad le atribuyó la obra al artista plástico Carlos Cruz Diez hasta bien entrada la década del 2000.
Concluida con financiamiento de RAICA, bajo fianza de una agencia de seguros exigida por MINDUR, la obra se canceló en 1984 por intermediación del Ing. Juan Pedro Del Moral, ministro portugueseño designado por Lusinchi en un despacho que fue dividido en tres ministerios. La construcción había sido ejecutada en medio de la crisis del sector agrícola de 1982, por los pasivos que el gobierno de Herrera Campins mantenía con los cultivadores. Algunos de sus voceros criticaron duramente el monumento alegando que, en vez de un ‘homenaje de cemento’, sus recursos debieron haberse utilizado para cancelar la deuda con los sembradores locales.
Los descontentos marcaron desde entonces el imaginario local. En defensa del mandatario, aún se cree en Acarigua que la escultura fue financiada con la partida presidencial. Edmundo Ramón Tua recuerda: “Le cayeron encima a Luis Herrera y muchos desconocían que fue construida con dinero de los gastos de la Presidencia”. Aunque sufragada por MINDUR, es incierto que su costo hubiese cubierto la deuda con los agricultores. En 1982, la mora del gobierno con el sector era de mil trescientos millones de bolívares, de los cuales entre 1978 y 1982 se pagaron en Portuguesa cerca de mil cien millones. La espiga costó mucho menos que eso (WB, Asoportuguesa, 2002, pp. 127 – 128).
El costo total del proyecto sigue siendo un mito. Apelando a la memoria, Carlos Tarazona aduce que el monto de la misma fue de Bs. 7 200 000, precio que habría sido anunciado en una valla instalada en el lugar. En 2015, en un foro en las redes sociales, Alejandro Soto argumenta: “Tiene Bs. 5 000 000 en puro concreto, fue el costo para esa época. Ese monto fue el presupuesto en puro concreto. En el armazón de hierro no sé”.
La falta de entrega formal a la urbe por parte del presidente Herrera Campins dejó la sensación en la ciudad de que la escultura había quedado inconclusa. La confusión deviene en que, en 1985, bajo la administración del presidente Lusinchi (1984 – 1989) se proyectó un acondicionamiento del área verde del monumento. En una Memoria y Cuenta del Ministerio del Desarrollo Urbano (MINDUR) de ese año encontramos habérsele asignado Bs. 536 700 a esta segunda etapa bajo la siguiente denominación: “Construcción de Aceras y Jardinería en Plaza de Las Espigas en Acarigua”. La obra debía ejecutarse entre agosto de 1985 y noviembre de 1986 (MINDUR 1985, Ob. Cit. ps. 86 y 201). Según la gobernadora del periodo, Lucía Barrios de Miraglia, los recursos fueron adjudicados directamente al presidente del Concejo Municipal de Acarigua, Dr. Dimas Salcedo Nadal.
Esta especie de continuidad ornamental fue asignada nuevamente a la empresa RAICA, constructora del monumento. La inversión dispuso la construcción de caminerías internas y la plantación de espigas verdaderas a su alrededor. El Ing. Carlos Ojeda, quien habría visto los planos originales de esta segunda etapa, recuerda: “El monumento lo complementarían unos arbustos (parecidos a nuestro sorgo), pero que serían ‘espigas vegetales’ que crecen en tamaños diferentes, los cuales —al ser sembrados de menor a mayor tamaño y desde los bordes hacia la escultura no central [en la redoma], variarían la perspectiva que resultaría al rodear o circular en la redoma”. Precisa que el paisajismo era una especie de “entorno de sembradíos in crescendo, desde los bordes hacia el monumento central”.
El proyecto había dispuesto la siembra, a los pies del monumento, de cientos de espigas de una especie endémica suramericana denominada Paja de las Pampas (Pennisetum rupelli), rizomatosa de 1,50 metros de altura con una hermosa floración rosada que complementaría el paisajismo de la plazoleta. En 2018, treinta años después, el Ing. Nerio Añez, propietario de RAICA, nacido en Maracaibo en 1938 y egresado de la Universidad del Zulia en 1963, conserva un mal recuerdo de esa segunda etapa.
Testimonia el constructor del monumento que su ejecución ocupó mucho tiempo y esfuerzo. Acompañado de un ingeniero agrónomo, trasladó las semillas de las espigas desde un vivero en Los Teques para cultivarlas en Barquisimeto. Alcanzado el tamaño de trasplante, finalmente se sembraron al pie de la escultura.
Este paisajismo fue efímero. Diferencias políticas con la obra decidieron la casi inmediata extinción de las espigas. “Ocurrió algo desagradable —evoca Añez—. En una noche fueron destruidas por una persona influyente del gobierno, bajo el argumento de que se trataba de un pasto vulgar y corriente”. Sobre el oscuro asunto, la exgobernadora Lucía Barrios (1984 -1989) añade: “Yo recuerdo que el Secretario General de Gobierno, Helímenes Colina, me dijo: —‘anoche, en un acto muy feo, quitaron las espigas que se habían sembrado’. Lamentablemente eso quedó así”.
El nombre de La Espiga
Fue el propio Luis Herrera Campins quien comenzó a llamar al monumento como “La Espiga”. La primera vez que así se le denomina fue en la revista Voz y Caminos (1984), dirigida por el expresidente acarigüeño. Concluido su mandato, al referirse la publicación a los logros de su gobierno durante el Bicentenario de Bolívar (1983), dando cuenta de la construcción en Trujillo del monumento Virgen de la Paz, la publicación rotula textualmente: “[y] el de la Espiga en Acarigua, obra del arquitecto Gustavo Legórburu” (Voz y Caminos, Caracas: 1984, N° 53-54, p. 78).
En 1995 se registra el uso combinado de los nombres Monumento a la Agricultura y Plazas Las Espigas. Así consta en Acción al Futuro, publicación alusiva al bicentenario del Libertador. Al referirse a la construcción de los monumentos Paso de los Andes en Mérida y Virgen de la Paz, se adiciona nuevamente: “Plaza de las Espigas y Monumento a la Agricultura, en Acarigua (según diseño del arquitecto Gustavo Legórburu)” [Acción al Futuro: el bicentenario de Simón Bolívar, 1783 – 1983: Memoria – Caracas: 1995, p. 145].
Desde el principio, la intención presidencial era construir un ‘monumento a la agricultura’. Con una denominación similar, en 1981 se registra como antecedente la existencia en ciudad Esperanza (Argentina) de un Monumento a la Agricultura de 14 metros de altura, obra de Luis Fontana y Juan Scarabelli, inaugurado en 1910.
En el 2005, el arquitecto Legórburu aseguró no haberle puesto el nombre de ‘espiga’ a su obra. La especie ha sido confirmada por su hija Maritza Legórburu: “La inspiración para el diseño del monumento fue un atado de espigas de sorgo. El nombre original es Monumento a la Agricultura pero el término de La Espiga se lo dio la población”. Por fuerza de uso, ha terminado de imponerse el de Monumento La Espiga.
Leyendas urbanas
Después de la Virgen de la Paz en Trujillo, construida por el mismo presidente Herrera Campins, el Monumento a la Agricultura fue catalogado en su momento como el segundo más alto de Venezuela. Ello alimentó la creencia de contarse entre los más altos de América. En Wikipedia se expone erróneamente: “el proyecto original de la obra conlleva una ‘rosa u espiga’ en la ranura superior central en forma de ‘V’, que le aporta 30 metros a la estructura, constando de un diseño arquitectónico de 70 metros de altura, superando a las esculturas más altas de América como lo son la Virgen de la Paz en Trujillo; y la Estatua de la Libertad de Nueva York”.
Aunque el monumento supera en casi tres metros al Cristo Redentor de Río de Janeiro en Brasil (38 metros), en 1982 referentes coetáneos le colocaban a una menor escala. La estatua de La Libertad en Nueva York registra 46 m. y la Virgen de la Paz 46,72 m., seis metros más que La Espiga. En Venezuela como icono urbano —mas no como escultura— le precedía el Obelisco de Barquisimeto (65 m), construido en 1952 en cuarenta y cinco días, utilizando 1000 metros cúbicos de concreto armado. En la actualidad, el monumento más alto del país lo es el Manto de la Divina Pastora en Barquisimeto, con una altura de 47,14 metros.
El anuncio gubernamental en 1985, de una segunda etapa denominada Plaza de las espigas fomentó el dictamen popular de que la ‘inconclusa’ altura del monumento se debía a la imaginada instalación de espigas metálicas sobre el cenit de la obra. De manera inexacta se asume que el proyecto original preveía la instalación en la cumbre de tubos cromados que reflejarían la luz del sol. Las redes sociales han continuado alimentado esta fábula. El 22 de diciembre de 2012, el grupo de Facebook Portuguesa, Venezuela se atreve incluso a publicar una imagen virtual del monumento con una hipotética ‘corona floral’ en la cúspide. Reza el texto: “Al monumento La espiga le hace falta una especie de corona (rosa/espiga) de 30 metros”.
En el 2015, en un post del memorista local Freddy Escalona Rangel escribe Alejandro Soto: “Faltaron las espigas de arroz que debían llevar en la parte superior del monumento”. En el 2018, en el Facebook Araure, rastros y rostros de Portuguesa, Kamal Zoghbi conocido constructor de Acarigua-Araure afirma: “Falta exactamente la otra parte, que son las espigas”. En el mismo foro, Jesús Aranguren adiciona: “La original tenía unas escaleras alrededor de la espiga y un mirador al final de ella”.
La existencia posterior a 1985 de una maqueta de la segunda etapa del proyecto —expuesta en la antigua sede de MINDUR Acarigua—, con espigas vivas al pie del monumento, despertó la creencia de que se trataba de elementos metálicos. El artista plástico Maxy Vásquez residenciado en Araure recuerda: “Esa maqueta estuvo en Mindur. Allí nos dijeron, siendo scouts una vez que visitamos esa institución, que el resto de las espigas estaban en Maracay en un galpón guardadas y eran de bronce”.
Información similar sostiene El Negro Andrés Cordero, exdirector de la Casa de la Poesía de Acarigua: “Yo vi el proyecto original, lo que no se hizo fue colocarle unas gigantes espigas de bronce que remataban la escultura”. El Ing. Gabriel Lameda, recuerda haber escuchado en su universidad al profesor de historia Ramiro Grimán esta versión: “El resto de la espiga quedó en un barco en España que iba a zarpar a Venezuela, pero como hubo cambio de gobierno, la obra fue víctima de la transición y falta de continuidad”.
Cada afirmación forma parte del imaginario. En diciembre de 1999, invitado por el Ing. Cesar Romero, presidente de Eleoccidente, para inaugurar la iluminación anual de Navidad sobre el monumento, en visita a Acarigua, el propio Gustavo Legórburu afirmó estar totalmente concluido y no previó la instalación de espigas sobre la cima. El Ing. Jorge Luis Rojas Jaime, responsable de esa iluminación que recibió el Milenio precisa: “Conversando con el arquitecto Legórburu nos refirió que no lleva ninguna espiga al final”.
Fallecido el arquitecto en 2013, Maritza Legórburu, una de las hijas del creador, en el foro digital “Araure, rastros y rostros” ratifica el testimonio: “Mi papá nunca consideró, ni el proyecto se realizó con remate de espigas doradas. Si esa iniciativa existió no fue elaborada por él”. En 2018, entrevistado para este texto, el constructor Nerio Añez corrobora: “Ese es el diseño tal cual como lo hizo exactamente el arquitecto Legórburu”.
Queda en evidencia que las presuntas espigas cromadas o de bronce corresponden a la invención urbana. El anuncio en 1985 de la segunda etapa Plaza de las Espigas avivó la citadina conjetura. Las espigas de las jardinerías —alguna vez vistas en maqueta—, crearon la infundada instalación de elementos metálicos en la cumbrera. La leyenda se encargó de hacer el resto: el dorado de las espigas en maqueta se asumió como bronce y, desde el pie de la plazoleta, el colectivo las ‘ascendió’ a la imaginada cúspide inconclusa.
La falsa idea de espigas en el vértice, encuentra otras explicaciones para justificar la ficticia ‘interrupción’ de la obra. La generalidad atribuye que la ‘aplazada’ altura se debe a la cercanía del monumento con el aeropuerto Araure-Acarigua. La profesora Miriam Sosa, directora del Ateneo de Acarigua recuerda: “Comentarios oídos afirman que no se pudo terminar porque no se consideró la ruta aérea y la altura de la misma impediría el tráfico de aviones de rutas comerciales que llegaban al aeropuerto Acarigua-Araure. Eso es parte de las razones que circulan en el pueblo”. Contrariamente, la escultura no se encuentra alineada con el ángulo de pista del aeropuerto.
Conocida la pretérita rivalidad entre Acarigua y Araure otras opiniones, anudadas a la fábula de la urbe, centran sus especulaciones sobre el exacto lugar donde estaría levantado el monumento. ¿Está edificado en Acarigua o en Araure? El monolito no ocupa el centro de la redoma, lo que despierta controversias si pertenece a una u otra jurisdicción. Sobre estas divagaciones, en el 2005 el arquitecto Legórburu recordó que la construcción consideró la línea limítrofe donde se levanta el monumento. “Tuve la ocurrencia —escribió— de partir en dos, mediante una hendidura en su cúspide para señalar justamente, la presencia de dos municipios en que se divide la ciudad Acarigua y Araure. ¡Increíble! Me comunicaron que la línea geodésica que la distingue atraviesa el sitio. No lo he comprobado, pero, no faltaba más. ¡Pasaba exactamente por la mitad de la hendidura!”.
En el ámbito de las historias de vida, la leyenda urbana deja igualmente para la crónica menuda el testimonio del carpintero de los encofrados Francisco Miguel Tarazona, conocido popularmente como “Camarita”. Nacido en El Baúl, estado Cojedes el 10 de octubre de 1931 y residenciado en Acarigua desde su infancia, se le consideraba un ‘héroe local’ por haber sido uno de los protagonistas que culminaron la majestuosa escultura.
Por más de veinte años, la gente desconocía a Legórburu como autor de la obra, pero reconocía en el popular Tarazona al anónimo testigo de la audaz empresa de ingeniería. Constan fotografías suyas en la cima del monumento realizando los encofrados. En el jardín de su casa La Apureñita en Araure, vereda 12 de Baraure Uno, construyó una réplica de La Espiga de 1,60 m, frente a la que solía fotografiarse a petición de vecinos y estudiantes que requerían su testimonio. A la hora de su muerte, ocurrida en Acarigua el 15 de diciembre de 2009, su hija Olga Tarazona lo recuerda como un “gran señor, maestro de obra, cantante, humorista, respetado, soñador y poeta”.
Descripción
El Monumento a la Agricultura es una escultura en obra limpia, producto de un meticuloso vaciado en concreto armado sobre un encofrado especial. Sus sinuosos y estéticos detalles se deben a una forma constructiva derivada de una alta textura estética y depurada. Este acabado concedió a la alegoría una capa lisa de concreto que no requirió remates finales como friso, más que algún ligero lijado que eliminó superficiales detalles.
En concepción de su creador, Gustavo Legórburu (1930 – 2013), la imagen desea transmitir la sensación visual de un monolito alabeado, empinado sobre un eje imaginario de 90°, rematado en la cumbre por una “hendidura” o ranura vertical, en la cúspide de sus últimos cuatro tramos, que busca simbolizar la ‘unión’ de Acarigua y Araure.
La altura proyectada del monumento fue de 40 metros. Una vez concluida —sumados los 16 tramos de 2,50 metros cada uno, más el saliente de la base—, desde el afloramiento en el suelo, la altura total de la obra se calcula en 41,53 metros. La escultura impone su valoración, dentro de las artes y la escultura urbana moderna, en reconocimiento a su delicada forma alabeada, señalada por una elegante contorsión entorchada que la circunda sobre un eje imaginario, a los ojos del corredor vial de la redoma donde eleva su refinada comba de cemento.
Interpretación artística
Está dicho que el Arq. Gustavo Legórburu resolvió su inspiración a través de un ‘paraboloide hiperbólico’, cuyo acrónimo en inglés es ‘hypar’. Definido en geometría analítica como una cuádrica, la figura define una superficie tridimensional construida a partir de líneas rectas. En la arquitectura moderna se explica utilizando el desplazamiento de una línea sobre dos líneas opuestas, que se van cruzando en el espacio o varían el ángulo de inclinación de una recta que se mueve encima de otra curva. Un ejemplo común de esta figura se encuentra en la forma de las conocidas papas fritas Pringles Chip Potato.
El paraboloide hiperbólico es una de las superficies regladas más utilizadas en las edificaciones del español Antoni Gaudí (1852- 1926) y el arquitecto hispano-mexicano Félix Candela (1910 – 1997). Considerado el maestro de las cubiertas de hormigón, Candela llevó al extremo las posibilidades estructurales de esta forma curvilínea inversa, a través de finas estructuras laminares con encofrados de madera, armado sencillo y vaciado de concreto, tal como proyectó Gustavo Legórburu en La Espiga.
La inspiración de Legórburu en el lugar donde se construyó el monumento, devino de lo que definió como un “atado campesino”, una figura geométrica proyectada por montículos de ajonjolí, amarrados cuando se lo cosecha. La interpretación generalizada en la ciudad coincide con esta descripción del autor. Mientras se circunda la redoma, el monumento transmite dos figuras básicas: 1. Una figura entorchada, a modo de manojo de espigas como en el Escudo Nacional, empuñadas por el centro como el atado que inspiró a su creador; 2. Una imagen ovoide que semeja un monumental grano de arroz suspendido verticalmente.
Lucía Legórburu, hija del autor asume que “el monumento semeja un racimo de plantas con una rotación de 90°”, adicionando que “la obra no se ubica, precisamente, dentro del contexto de la arquitectura propiamente dicha, sino dentro del área de las artes plásticas”. En marzo de 2018, en el facebook Araure, rastros y rostros de Portuguesa su hermana Maritza Legórburu puntualiza: “La inspiración para el diseño del monumento fue un atado de espigas de sorgo”.
A partir de la geometría original de la escultura surgen múltiples interpretaciones. El Ing. Carlos Ojeda, al referir su emplazamiento adentro de la redoma, escribe: “Su figura representa una hoja de cultivo agrícola. Se simula la rotación sobre su propio eje de una hoja de maíz, la cual sería coronada por un elemento metálico incrustado en la mueca central superior, accesorio que simularía una flor […] Si fuese centralizada la escultura de concreto armado, no variaría la perspectiva al circular en torno a ella. Por eso no tiene simetría en cuanto a su ubicación dentro del óvalo de la redoma”.
En un foro en las redes, Franco Pichardo Silva escribe: “De forma helicoidal, presenta similitud con el modelo de ADN, propuesto por Watson y Crick en 1953”. La afirmación es admisible al comparar la figura entorchada del monumento con el patrón de difracción en forma de “X” helicoidal de doble cadena o doble hélice del ADN, propuesto por el biólogo estadounidense James Watson y el físico británico Francis Crick. Al arquitecto Oscar Tenreiro, Premio Nacional de Arquitectura (2002-2003) le parece igualmente “una hélice de concreto que eleva sus cuarenta metros de altura en medio de una zona verde en Acarigua”.
Escenario emocional para la fantasía —mezcla de estética permeada por componentes subjetivos—, La Espiga despierta dentro del arte urbano constantes elucidaciones. Su alegórico atado retrotrae el “manojo de mieses” del Escudo Nacional. Sobresale naturalmente la concepción de Legórburu como creador, inspirado en un ‘atado campesino’. Más que espigas de arroz o sorgo, sugiere un típico manojo similar al ajonjolí después del corte. Emma Romelia Peralta Torrealba, vecina de Acarigua, lo asume de manera sencilla: “La Espiga emula la forma que toma la punta del conjunto de espigas de ajonjolí, luego de recolectadas y dejadas secando al sol en el campo”.
Valores patrimoniales
El Monumento a la Agricultura fue decretado ‘patrimonio cultural’ en el año 2005, según providencia administrativa del Ministerio del Poder Popular para la Cultura, a través del Instituto del Patrimonio Cultural (IPC). Catalogado como un ‘obelisco’, admite su valoración patrimonial en base a su estética de “curvas sinuosas para mostrar una situación como de movimiento” (Catálogo del patrimonio cultural venezolano 2004 – 2009. Municipios Páez y Araure, Caracas: 2009, p. 58).
La escultura constituye la única obra artística realizada en Venezuela por el arquitecto Gustavo Legórburu (1930 – 2013). Por sus dimensiones, junto con el Santuario Nuestra Señora de Coromoto, en Guanare, es la edificación arquitectónica más imponente construida hasta el presente en el estado Portuguesa. Podría afirmarse que se trata del monumento agrícola más alto del mundo.
La ejecución del proyecto está enmarcada en el contexto de transformación urbana de Acarigua y Araure, dispuesta por el presidente Luis Herrera Campins durante su mandato presidencial (1980 – 1984). A ello se unen arquitectónicamente en el mismo periodo, la inconclusa y regia estructura del Foro Cultural en la meseta oeste de la ciudad, el Velódromo Acarigua-Araure, la sede de la Policía Técnica Judicial, el Parque La Corteza anexo a la catedral y el moderno edificio del INCE, con sus impactantes jardines colgantes. Construidas en obra limpia por el mismo mandatario, cada una de estas edificaciones dinamizó en la capital agro-industrial del estado un concepto moderno de urbanismo.
El monumento resolvió de modo estético la entrada de la ciudad viniendo desde Guanare. Las líneas curvas la asemejan a la Olympic Tower de Montreal (Canadá) construida en 1976, el edificio inclinado más alto del mundo (165 m) con ángulo de 45 grados. Igualmente con el Ágora Garden Tower, concluido en el 2016 en Xinjin de Taipei (Taiwán), edificio residencial ecológico del arquitecto Vincent Callebaut, inspirado en la cadena de ADN. Con en nombre de ‘espiga’ le preceden en Ciudad de México La Gran Espiga (29,25 m), escultura concebida en 1973 por Fernando González Gortázar; y La Espiga (18 m) de Rufino Tamayo, escultura metálica levantada en 1980 en el Centro Cultural de la Universidad Autónoma de México
Desde su edificación en 1981, el monumento es ícono fundamental de la agricultura en Portuguesa, especialmente de los cultivadores de Acarigua y Araure. Ramón Yánez Álvarez, conocido productor de la región exterioriza: “Me parece fantástica, maravillosa. Representa el sentir del sector agrícola en arte”. El cronista virtual Freddy Escalona Rangel lo resume a su modo: “La Espiga simboliza el duro esfuerzo que se hace para la siembra y la cosecha de los productos agrícolas, eje principal de nuestra economía”.
En el contexto nacional, construida dos décadas antes de concluir el siglo XX, la atrevida escultura es referente obligado de la arquitectura venezolana. La vigencia artística del monumento puede sintetizarse en la opinión del reconocido artista plástico Jorge Pizzani, nacido en Acarigua en 1949, quien sentencia de manera tajante sobre la creación de Legórburu: “La obra es espectacular, siempre contemporánea”.
El autor Gustavo Legórburu (1930 – 2013)
El autor del monumento Gustavo Legórburu Rodríguez nació en la esquina de Salvador de León a Socarrás de La Hoyada en Caracas el 28 de septiembre de 1930. Mayor de tres hermanos, entre sus ancestros vascos se cuenta al célebre arquitecto caraqueño Gustavo Wallis Legórburu (1897-1979), primo de su padre y constructor en Caracas del Cine Rialto y la Casa Amarilla.
En el Colegio La Salle cursa Legórburu educación primaria, hasta arribar a tercer año. La adolescencia transcurre junto a su abuela en Los Teques. Por las tardes estudia bajo árboles en el parque Knopp, escenario que lo inclina por la carrera de arquitectura. Gradúa de bachiller en el Liceo Santa María de Sabana Grande y en 1950 se inscribe en la Universidad Central de Venezuela (UCV). Alumno de Carlos Raúl Villanueva, el 6 de junio de 1957 es uno de los cinco egresados de la VI promoción de la Facultad de Arquitectura. Su tesis de grado sirve para construir la cárcel de La Pica en el estado Monagas (1959-1963). En 1959 casa con la arquitecta Maritza Rodríguez Plaza de cuya unión nacen: Gustavo Luis (arquitecto), María Lourdes (bióloga), Valentina (diseñadora gráfica), Lucía (abogado), Maritza Elena (administradora y diseñadora de modas), Rafael (médico) y Mercedes (administradora).
Convertido en arquitecto, una larga carrera como docente acompaña la obra de Legórburu. Profesor de la UCV desde 1957 y profesor asociado desde 1972, ocupó el Consejo de Facultad (1965-1967 y 1972-1974) y fue Jefe de taller de esa alma máter (1965-1968). En la Universidad Simón Bolívar, desde 1971 fue asesor de planificación de los estudios de arquitectura, lo mismo que profesor invitado de la Universidad José María Vargas.
Durante los inicios de su carrera construyó numerosas residencias. Entre 1959 y 1988, ejecutó unas 200 viviendas unifamiliares entre Caracas y Barquisimeto. Desde 1965 a 1968 fue arquitecto del Consejo Venezolano del Niño, realizando la Colonia Vacacional de Puerto Píritu, el Instituto de Niñas de Maturín y 25 parques de recreación dirigida en toda Venezuela.
Planificó la ejecución integral de la Universidad de Carabobo (1959-1963), el Instituto Politécnico de Barquisimeto (1964), el Centro de Salud de San Carlos, Cojedes (1966), el Núcleo Médico de la ULA (1967-1972) y fue asesor en la construcción del Aeropuerto Internacional de Maiquetía (1971-1973). En Caracas edificó la iglesia Inmaculado Corazón de María y la Casa Parroquial de El Rosal (1974).
Registro Nacional Voz de los Creadores. Gustavo Legórburu (Premio Nacional de Cultura, mención Arquitectura 1989)[Video]. Producción de Lissett Torres Olmos y Efrén Eduardo Galvis. En You Tube, 3 de junio de 2013.
En 1975 construye el edificio del Ateneo de Caracas, obra cumbre con la que obtiene el Premio Nacional de Arquitectura 1989. Elaboró el proyecto de la Universidad Simón Rodríguez del litoral (1978-1980), la Sala Rajatabla (1982) y el Centro Nacional de Ajedrez en Chacaíto (1983). Para el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC) diseña su biblioteca (1987). En el Metro de Caracas, elabora los proyectos de las Estaciones Chacaíto (1975-1976), Altamira (1977), Estación del Metro Carapita (1986), Línea Tres del Metro de Caracas (1988-1989), extensión Línea Dos (1994) y fue asesor del Conjunto de Terminales para Ferrocarril.
En otro ámbito destacan numerosos proyectos privados. En el interior del país son suyos un edificio multifamiliar en La Victoria (1979), la sede del Banco de Venezuela en Maracay (1980), Casa de Retiros Espirituales Cristo Rey de El Hatillo (1980), polideportivo Vista al Sol en Puerto Ordaz (1987), Banco de Venezuela en Trujillo (1988-1989), polideportivo ALCASA de Ciudad Guayana (1988-1989), Instituto Mano Amiga en Fila de Mariches (1993) y en San Felipe, Yaracuy el Instituto de Altos Estudios Políticos Rafael Caldera.
“La arquitectura de Gustavo Legórburu —precisa una valoración— se caracterizó por ser una arquitectura lineal, desde las primeras hasta sus últimas realizaciones”. Se le consideró “sobria y ausente de vanidad”, concediendo carácter secundario al detalle. Enemigo declarado de los edificios de vidrio, defendió el concepto de ‘arquitectura tropical´, bajo la idea de que el clima es factor determinante para abordar cualquier diseño. A sus 81 años sentenció: “El arquitecto debe darse cuenta del lugar donde vive y su arquitectura debe actuar, en consecuencia, en respuesta a ese lugar”.
En vida fue miembro del Colegio de Arquitectos de Venezuela, Colegio de Ingenieros de Venezuela y la Asociación de Profesores de la UCV. Recibió diversas distinciones, entre otras Orden Andrés Bello (1972), Orden Carlos Raúl Villanueva (1985), Orden José María Vargas en sus tres clases y el Premio Nacional de Arquitectura (1989).
El 30 de octubre de 2012, la Universidad de los Andes (ULA) le otorga, junto con otras personalidades, el premio Sembrando Ciencias. El galardón lo recibe en el Museo de Arte de Acarigua-Araure. Es la última vez que visita la ciudad, ocasión que sirve para fotografiarse frente al monumento La Espiga. Nueve meses después, el 16 de julio de 2013 fallece en su residencia de Caracas.
El deceso del arquitecto despierta en el Premio Nacional de Arquitectura Oscar Tenreiro un panegírico memorable. “Tenía un excelente dominio del dibujo —escribe— que le permitía expresar una idea en pocos y precisos trazos”. Fascinado por La Espiga, ilustra su semblanza con la imagen del monumento, recreada digitalmente “para darle una cierta irrealidad”. En la creencia de que la escultura sigue estando a medio terminar, Tenreiro concluye su emotivo obituario: “no se concluyó como debía, y está allí esperando que algún día se respete la integridad de un proyecto que sería, al concluirlo, el mejor homenaje que una Venezuela menos absurda podría rendirle a Gustavo Legórburu” (Diario Tal Cual -Caracas 27 de Julio de 2013).
La Espiga está concluida. Pero sigue empinando su fábula y su prestigio, despertando emociones frente a la arquitectura urbana, por quienes no se cansan de admirar su fabulosa y colosal estructura.
Situación actual
El Monumento a la Agricultura, o monumento La Espiga está afectado por el moho, el hollín y el abandono, pues desde 1999 no se hace el mantenimiento requerido para preservar la gigantesca escultura. Ha sido blanco de pintas vandálicas que agravian y afean la magnífica obra.
Ubicación
En la conurbación Acarigua y Araure, estado Portuguesa.
Fuentes consultadas
Añez Sánchez, Nerio de Jesús (Ing.). Copropietario de la empresa Rodríguez Añez Ingeniería C.A. (RAICA), constructora encargada por MINDUR del monumento a la Agricultura. Entrevista realizada el 17 de marzo de 2018.
Barrios de Miraglia, Lucía. Licenciada y exgobernadora del estado Portuguesa. Entrevista realizada el 21 de marzo de 2018.
Bolívar, Wilfredo. De un grano muchos granos: Asoportuguesa 50 años. Caracas: [2002], Editorial Tecnicolor, 199 pp.
_____________. Monumento La Espiga: 30 años. Columna La Gacetilla del Cronista en Diario Última Hora, Acarigua, 17 de noviembre de 2015.
_____________. Monumento La Espiga. En el grupo Facebook Araure, rastros y rostros de Portuguesa: Recopilaciones de Wilfredo Bolívar. Publicado el 2 de marzo de 2018. https://goo.gl/n6gJKP.
De D’Alesandro, Jannette H. El ‘camarita’ Francisco Tarazona revela los secretos de La Espiga. En Suplemento Dominical Hoy en Familia del diario Última Hora, Acarigua 16 de octubre de 2005.
Gustavo Legórburu: biografía y obras. En el grupo Facebook Monumento a la agricultura (La Espiga), 30 de agosto de 2015. https://goo.gl/JUqK5o. Consultado en marzo de 2018.
Legórburu, Gustavo. De cómo tomó forma el símbolo que custodia a las gemelas: La Espiga. En Suplemento dominical Hoy en Familia, del diario Última Hora, Acarigua 18 de septiembre de 2005.
Legorburu, Gustavo Luis (Arq.). Hijo del Arq. Gustavo Legórburu, autor del monumento La Espiga. Entrevista realizada el sábado 17 de marzo de 2018.
Ministerio del Poder Popular para la Cultura. Catálogo del patrimonio cultural venezolano 2004 – 2009. Municipios Páez y Araure, estado Portuguesa. Instituto del Patrimonio Cultural, Caracas: 2009, 151 pp.
________________, Registro Nacional Voz de los Creadores. Gustavo Legórburu (Premio Nacional de Cultura, mención Arquitectura 1989) [Video]. Producción de Lissett Torres Olmos y Efrén Eduardo Galvis. En You Tube, 3 de junio de 2013. https://goo.gl/DJhy9R. Consultado en marzo de 2018.
Monumento a la agricultura (La Espiga). En Facebook, https://goo.gl/nqDpDP. Consultado en marzo de 2018.
Monumento La Espiga [fotografías]. En Directorio Acarigua-Araure.com, https://goo.gl/ouHVrc. Consultado en marzo de 2018.
Neri, Elinor (Ing.). Acarigua-Araure, Edo Portuguesa, ciudades gemelas [Curiosidades]. En Skycrpercity.com, 11 de marzo de 2011. https://goo.gl/LpYk7R. Consultado en marzo de 2018.
Ojeda, Carlos (hijo). La Espiga que yo recuerdo [Artículo inédito]. Acarigua 11 de marzo de 2018.
Rojas Jaime, Jorge Luis. Exfuncionario de Electricidad de Occidente (Eleoccdidente). Entrevista realizada en Acarigua el 15 de marzo de 2018.
Tarazona, Carlos. Hijo de Francisco Miguel Tarazona (+), conocido popularmente como Camarita. Carpintero de los encofrados del monumento a la Agricultura. Entrevista realizada el 14 de marzo de 2018.
Tarazona, Olga. Hija de Francisco Miguel Tarazona (+), conocido popularmente como Camarita. Carpintero de los encofrados del monumento a la Agricultura. Entrevista realizada el 10 de marzo de 2018.
Salcedo Bastardo, José Luis [Compilador]. Acción al futuro: el bicentenario de Simón Bolívar, 1783 – 1983: Memoria.Caracas: 1995, 301 pp.
Tenreiro, Oscar. Gustavo [obituario homenaje a Gustavo Legórburu]. En Diario TalCual, Caracas 27 de Julio de 2013. Reproducido en el blog: Entre lo cierto y lo verdadero. https://goo.gl/ZqaQXs. Consultado en marzo de 2018.
Investigación: Wilfredo Bolívar. Cronista de Araure.