Fosfitos: una alternativa al cambio climático
- AgroecologíaNoticias
- 16/11/2023
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Especial.- Hoy, la agroecología tiene un gran interés en la producción de fosfitos a pequeña escala, pues su carácter artesanal permite que se use materia orgánica de desecho; además, los minerales que contiene pueden sustituir el uso de agrotóxicos, lo cual contribuye a la adaptación hacia el cambio climático.
Hoy, la agroecología tiene un gran interés en su producción a pequeña escala, pues su carácter artesanal permite que se use materia orgánica de desecho; además, los minerales que contiene pueden sustituir el uso de agrotóxicos, lo cual contribuye a la adaptación hacia el cambio climático.
En las prácticas de agricultura es común diferenciar los productos para el control de plagas y enfermedades, de aquellos que se usan para aportar las sustancias nutritivas necesarias en el desarrollo de los cultivos.
Los fosfitos son un producto agroecológico que, además de controlar indirectamente insectos y hongos fitopatógenos, proporciona minerales para la fertilidad del suelo y la nutrición de los cultivos.
Este preparado es muy importante porque tiene una gran cantidad de fósforo y silicio, dos elementos nutritivos que están en la mira de la comunidad agrícola-científica debido a que el silicio proporciona resistencia a los cultivos, además de que se avecina una escasez mundial del fósforo.
El fósforo es considerado un macronutriente debido a que conforma las moléculas esenciales para la vida como las hélices del ADN; además, forma adenosín trifosfato o ATP (la molécula que almacena y transporta la energía celular en el citoplasma). Este elemento es uno de los más pesados que hay en la naturaleza y, por lo tanto, tiene una movilidad limitada.
Sin embargo, es común que los suelos agrícolas carezcan de fósforo disponible debido a la extracción que sufren en cada ciclo productivo y a la baja o nula reincorporación de la biomasa tras la cosecha. De hecho, los fertilizantes fosforados son uno de los productos más vendidos por la agroindustria y, al mismo tiempo, una de las causas más comunes de contaminación del agua. Este tipo de fertilizantes son muy populares en la agricultura convencional, a pesar de que más del 80% se pierde por lixiviación o lavado por lluvia o riego, llegando a contaminar cuerpos de agua y resultando en la eutrofización.
En 2018, 90% de la extracción mundial de fósforo se destinó a la agricultura. Sin embargo, además de las crisis ambientales conocidas que enfrentamos, la del fósforo es una que deberíamos tener presente: la dependencia global que existe de este agroinsumo, su baja eficiencia tras su aplicación, la facilidad con que contamina el agua y lo indispensable que es para la producción de alimentos, hacen del fósforo un producto con valor económico, social y ambiental pues, hasta ahora, no existe un sustituto para este nutriente y se puede obtener mediante síntesis química.
A diferencia del nitrógeno y el potasio, las cantidades que se requieren del fósforo son muy bajas; sin embargo, sus funciones metabólicas hacen que sea imprescindible. El fósforo está presente en todo el ciclo vegetativo, aunque principalmente en el desarrollo radicular y en la formación de semillas, por eso su carencia limita el crecimiento vegetativo y la fructificación.
En su ciclo biogeoquímico, el fósforo siempre se mantiene en la tierra y el agua: nunca pasa a la atmósfera ni se convierte en gas. A lo largo de millones de años de intemperismo, se ha desprendido de las rocas y la lluvia lo ha arrastrado hasta llegar a los valles, para terminar como sedimento en el fondo del océano o en la superficie terrestre. En la actualidad, la industria minera extrae estos sedimentos (rocas fosfóricas) para crear el fosfato adicionado con diversos ácidos.
El fosfato es la forma de fósforo más asimilable para las plantas y se encuentra de forma natural en el suelo; pero hay una forma que le antecede: el fosfito. Para su disponibilidad, el fosfito debe oxidarse a fosfato, lo cual es posible gracias a los ácidos orgánicos y enzimas que producen los microorganismos del suelo, entre ellos destacan el género Bacillus ssp, Pseudomonas y Rhizobium. Otra forma de hacer disponible, no solo el fósforo sino también el agua, el zinc y el cobre, es mediante los hongos micorrízicos que actúan como una extensión de las raíces.
Silicio
En los planes de fertilización convencional no se considera al silicio como macronutriente ni como micronutriente: su clasificación es casi esencial. Es el segundo elemento más abundante en la corteza terrestre y, aunque las plantas no lo pueden asimilar en su forma natural, sí les proporciona dureza y flexibilidad, así que forma parte importante de la composición de la biomasa.
El silicio tiene una cualidad protectora pues se almacena en las hojas de las plantas creando una barrera mecánica contra hongos e insectos, lo cual al mismo tiempo prolonga la vida de las cosechas en anaquel. Además de esto, el silicio también regula la evapotranspiración, con lo cual se evitan pérdidas de agua, y se beneficia al planeta en tiempos de cambio climático en los que se pronostica exceso y escasez de lluvia.
Conoce más sobre el silicio en nuestro blog: https://elhumedal.org/publicaciones.asp?t=-El-silicio-como-protector-de-los-cultivos-agricolas-&c=57
Alternativas
Dada la escasez de fósforo, es conveniente que busquemos e implementemos alternativas a los fertilizantes fosforados; para ello, es indispensable reciclar el fósforo que ya existe en los agrosistemas. Algunas opciones para aprovechar el fósforo son las siguientes:
Uso de los rastrojos, los restos vegetales de podas, cuerpos y estiércol (especialmente de aves) de animales de ganado, que son la fuente de fósforo más accesible en el campo.
Aprovechamiento de los lodos residuales de las plantas de tratamiento de agua, ya que las heces fecales y los detergentes contienen fósforo.
Uso eficiente de las rocas fosfóricas crudas, agregándolas al suelo mediante abonos fermentados líquidos y sólidos.
Uso de microorganismos del suelo, pues contribuyen a solubilizar y liberar los fosfatos capturados en los suelos.
Uso de micorrizas que los movilizan en la rizosfera.
Uso de fosfitos artesanales o industriales ya que su elaboración es sencilla y el producto tiene una doble funcionalidad en el sistema suelo-planta.
Los fosfitos están hechos con cascarilla de arroz, harina de huesos y roca fosfórica. La cascarilla de arroz se compone de 90% de silicio, la harina de hueso puede contener hasta 15% de fósforo y 25% de calcio, mientras que las harinas de rocas fosfóricas se componen de hasta 35% de fósforo.
Esta combustión lenta e incompleta (no genera flama) puede durar entre 12 y 36 horas; en ella la temperatura permite, por un lado, la liberación de fósforo altamente soluble como el fosfito y, por otro, la unión del calcio con el silicio (silicato de calcio). Ese tipo de fósforo entra al suelo y sirve como alimento para los microorganismos que, mediante la exudación de ácidos, lo transforman en otro tipo de fósforo llamado ácido fosfórico o fosfato el cual es asimilable por las raíces de las plantas.
Los fosfitos actúan de forma indirecta en la sanidad vegetal y de forma directa en la fertilidad del suelo y nutrición de los cultivos. Este producto no es un fungicida ni bactericida convencional ya que el ácido fosforoso no ataca directamente al agente patógeno, sino que incentiva los mecanismos de defensa de las plantas, induce su resistencia y se vincula fácilmente con el calcio, potasio, cobre, zinc, magnesio y manganeso, con lo que se aumenta la absorción de estos nutrientes.
La diferencia e importancia que tiene el ácido fosforoso sobre los fosfatos es la estimulación de metabolitos secundarios, principalmente fitoalexinas y fitoanticipinas, sustancias naturales que las plantas producen para controlar y prevenir las plagas de insectos y las enfermedades por hongos fitopatógenos. Además, la solubilidad, movilidad y absorción de los fosfitos es mayor con respecto a los fosfatos, de manera que estos (los fosfitos) se pueden aplicar vía foliar y la planta los absorbe el mismo día de aplicación. Debido a su alta solubilidad en agua, se aplican en las hojas como una medida de control fitosanitaria; sin embargo, también se pueden aplicar directamente en el suelo, en almácigos, compostas o bioles.
Finalmente, dado que los microorganismos pueden asimilar fosfitos y liberar fosfatos, se recomienda su aplicación en conjunto.
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