Como los cultivos transgénicos pueden aportar a la lucha contra la sequía

Como los cultivos transgénicos pueden aportar a la lucha contra la sequía

CHILE.- Actualmente la agricultura utiliza el 70% de la extracción de agua dulce del mundo, y cultivar alimentos para una sola persona gasta alrededor de 2.000 y 5.000 litros de agua al día. Sin embargo, cada vez será más complicado sostener este enorme consumo de agua para producir los alimentos que necesita la creciente población mundial, ya que el porcentaje de la superficie global asolada por graves sequías se ha duplicado desde la década de la de 1970, y se proyecta que el cambio climático cada vez empeorará su magnitud, especialmente en los países en vías de desarrollo. Esto será nefasto  tomando en cuenta que la agricultura de secano (dependiente de lluvia) genera alrededor del 60% de la producción agrícola mundial.

 

El uso creciente del agua y el alza de las temperaturas aumentarán aún más el estrés hídrico en muchas áreas agrícolas para 2025.

Todo esto se traduce en un gran desafío: debemos producir más alimentos con cada vez menos agua. Por lo tanto, es esencial avanzar hacia una agricultura climáticamente inteligente que incluya una gestión eficiente de los recursos hídricos así como la adopción de nuevas tecnologías que nos permitan reducir su consumo. Dentro de esto último se incluye el desarrollo de variedades de cultivos con mayor tolerancia a la sequía (TS), tanto por métodos de mejoramiento convencional así como por ingeniería genética.

Si bien el mejoramiento convencional ha aportado en la producción de diversos cultivos TS, la ingeniería genética ofrece ventajas como el poder mover genes entre plantas no compatibles sexualmente y modificar rutas metabólicas que no se podrían cambiar mediante mejoramiento tradicional. Esta importante herramienta de mejoramiento vegetal no puede ser rechazada ni descartada para lograr el objetivo mencionado anteriormente.

Aunque la mayoría de los cultivos producidos mediante ingeniería genética han sido modificados para resistencia a insectos o tolerancia a herbicidas, este último rasgo ha facilitado la adopción de la siembra directa, sistema que mejora el perfil de humedad y retención del agua del suelo – muy importante en condiciones de escasez hídrica. Por ejemplo, solo en Brasil los cultivos genéticamente modificados (GM) ahorraron 12 mil millones de litros agua entre 1996 y 2009, cantidad equivalente a la cobertura del abastecimiento de más de 187.000 personas en este mismo periodo.

Las nuevas generaciones de cultivos transgénicos incluyen novedosos rasgos de resistencia a estrés abiótico, entre ellos, tolerancia a sequía – tecnología que permite un mayor rendimiento en comparación al cultivo convencional bajo situación de sequía  El primer cultivo transgénico TS aprobado a nivel comercial fue el maíz DroughtGard™ de Monsanto en Estados Unidos el año 2011. Se sembraron 50 mil hectáreas en el año 2013 y 275 mil hectáreas en el 2014 – un aumento de 5.5 veces, un fuerte indicador de la aceptación por parte de los agricultores. Este maíz GM fue donado al proyecto WEMA que se describe más adelante.

También una caña de azúcar transgénica TS desarrollada por una empresa estatal en Indonesia fue aprobada para comercialización en el 2013, y la última aprobación comercial ocurrió en 2015 en Argentina para una soya transgénica TS desarrollada por un consorcio público-privado – más información sobre estos cultivos en el “Anexo: Tabla N°1”.

En etapa experimental, ya sea estudios de laboratorio o ensayos de campo, hay una gran cantidad de cultivos transgénicos TS con distintos grados de éxito logrados que se están desarrollando tanto el sector público y privado en países como Australia, Brasil, China, Corea del Sur, Egipto, India, Japón, Kenia, México, Mozambique, Nigeria, Sudáfrica, Tanzania, Uganda, entre otros (ver Anexo: Tabla N°2). Solo en Estados Unidos para el año 2013 había en curso al menos  117 ensayos de campo con cultivos transgénicos TS [10].

Cabe destacar el mencionado proyecto WEMA (“Maíz tolerante a la sequía para África”), en el cual están desarrollando variedades de maíz TS (incluyendo maíz transgénico) que serán donadas para el continente africano por la asociación público-privada internacional que financia la iniciativa. Estas variedades se comenzarán a cultivar en 2017, y se ha proyectado que aumentarán el rendimiento agrícola e ingresos económicos de los agricultores africanos.

En el caso de Chile, el grupo del Dr. Simón Ruíz de la Universidad de Talca desarrolló un maíz tolerante a sequía con financiamiento público. Se aisló un conjunto de genes del tomate Solanum chilense, los cuales se manifiestan bajo condiciones de sequía o salinidad, y se insertaron en el maíz,  uno de los cultivos más sensibles a los periodos de sequía. Los ensayos de campo han reportado un alto grado de tolerancia al estrés hídrico, ya que logran un 60% de rendimiento superior a las plantas convencionales bajo condiciones de sequía. Este desarrollo es altamente importante para la agricultura chilena, especialmente en este año que el país enfrenta la peor sequía de los últimos 50 años – de varias grandes sequías sufridas desde entonces.

A pesar de que se han logrado avances significativos en el esclarecimiento de los mecanismos genéticos relacionados a la tolerancia a sequía, aún quedan desafíos por resolver debido al alto número de genes implicados, y los múltiples tipos de estrés combinados en el campo. También hay barreras importantes como la dificultad, regulación excesiva y el costo de obtención de las aprobaciones para ensayos de campo con cultivos transgénicos.

Si se quiere lograr una agricultura sustentable que haga un uso eficiente de los recursos e insumos, los distintos países deben avanzar en facilitar y no poner barreras excesivas al desarrollo de los cultivos transgénicos que ya han demostrado su potencial en la resistencia a estreses bióticos y abióticos, incluyendo un mejor uso del agua bajo periodos de escasez hídrica. Esto es de vital importancia sobre todo para los países en vías de desarrollo, que aún mantienen una gran brecha y retraso en su seguridad alimentaria en relación a países desarrollados.

Chile tampoco debe quedarse retrasado en el área, ya que perdemos competitividad y productividad mientras un número creciente de países adoptan esta tecnología – y cada vez más agricultores optan por los cultivos transgénicos debido a los beneficios económicos y de sustentabilidad obtenidos. El efecto de la desertificación y las sequías es cada vez mayor en el país, y se está dejando de lado una herramienta que puede ayudar a mitigar sus efectos. Lamentablemente Chile carece de un marco legislativo que permita el uso de cultivos transgénicos para el mercado nacional, por lo cual, aunque se incentiven más desarrollos financiados con fondos públicos como el de la Universidad de Talca, estos no podrán ser aprovechados por los agricultores chilenos.

 

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Lea También: Indonesia cultivará su primera caña de azúcar transgénica tolerante a sequía

 

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