COMIENDO BASURA / Carlos Machado Allison

COMIENDO BASURA / Carlos Machado Allison

No me refiero a los niños pobres e indigentes que escarban, como los he visto, en la basura. Escribo sobre lo que ofrecen y compramos los que aún podemos ir a un supermercado y al margen de los estrambóticos precios que debemos pagar, la mayoría de los productos en los anaqueles NO SON APTOS PARA EL CONSUMO HUMANO.

Habrá quién se sorprenda, pero existen normas, nacionales e internacionales, respetadas en muchos países, incluso en nuestra vapuleada América Latina.

La lista sería casi infinita, pero me voy a limitar a pocos productos.

1.- Vender papas con tierra es indebido, en especial cuando el precio supone que el cliente está pagando por las papas y no por la tierra adherida. En muchos países está prohibido. Además, una de cada tres papas en promedio está podrida o perforada por algún insecto. Las larvas de los insectos deberían ser gratis y además todavía no las han regulado;

2.- Con harta frecuencia las raíces, tubérculos, frutas y vegetales verdes están dañadas, o llenas de tierra, fofas, en fin, una desgracia. No hay cambur o plátano que no esté golpeado, o hierba que no muestre marchitez. El precio siempre es el mismo por un tomate en buenas condiciones que por aquellos que están a punto de ser arrojados a recipiente de la basura. Remates o rebajas, JAMÁS, es mejor botarlos que rebajarlos. Como estrategia no se entiende, ¿Recuerdan cuando había “ofertas” en los supermercados?.

3.- Venden hamburguesas, no de marca, sino preparadas en el mismo establecimiento. ¿Qué contienen? Es un misterio insondable, la etiqueta dice hamburguesa de carne o de pollo, ¿pero que contiene? Por el colorcito uno puede suponer cualquier cosa, pero ¿llevan harina, pan molido, ajo, pimentón, colorante? nada indica la etiqueta. No digo que sean malas, me he comido varias y aún estoy vivo, pero el cliente tiene el derecho a saber que se come.

4.- El supermercado “vigila” en la puerta, un empleado con un sello o la uña, dizque constata lo que hay en las bolsas con la factura, pero nadie mira los pasillos. Hoy encontré huevos y pasta, mientras miraba un anaquel en la cola, pues me los robaron. Llego a la caja, un señor voluminoso con tres caballeros de dudosa catadura se llevan, cada uno y de acuerdo a la norma establecida, tres empaques de 12 huevos y probablemente allí iban los que estaban en mi carrito, junto a un paquete de pasta que desapareció. El voluminoso paga por los cuatro ya que, supuestamente, las tarjetas de los otros tres no tienen fondos. Sin duda es una minimafia interna manipulada por alguién que se llevó al chofer, el guardaespaldas y al jardinero, y además fue informado desde adentro, sobre la disponibilidad de los huevos. Eso no lo inventé, más de una vez un empleado, con el inefable celular en la mano, llama y clama, “corre que hay pasta, o arroz, o huevos”.

5.- Compro un envoltorio que dice “guacuco limpio”, pero ni es guacuco, ni está limpio. Es chipichipi con una buena cantidad de arena y trozos de concha; 5. Evito los quesos de finca porque una par de veces los ví al microscopio y no tengo dudas que si un sueco se come una rebanada debe caer muerto en el acto. Nosotros no, tenemos muchos anticuerpos.
6.- Obvio, el supermeracado no tiene toda la culpa, solo un poquito y queda expuesto por ser el punto final.

6.1.- Los productores no tienen ni la semilla adecuada, ni. fertilizantes, ni plaguicidas y tampoco el combustible o los repuestos para su maquinaria;

6.2.- Los transportistas no cumplen con las normas, de milagro tienen un viejo camión, con una lona arriba donde se sienta el ayudante y espaturra lo que hay debajo que usualmente no es colocado, sino arrojado (cosa que también ocurre en mercados y supermercados ya que el personal no está entrenado en la manipulación de comida). Las normas establecen el tipo de empaque, la temperatura, humedad y lo que no se debe transportar cerca de algunos productos.

6.3.- El 350 con cachucha hace una larga cola, a veces 24 horas, para obtener combustible y el viaje de 12 horas se convierte en dos o tres días. Pasan por infinitas alcabalas con “autoridades” municipales, estadales y nacionales donde con frecuencia deben dejar una parte de la carga, se juegan la vida en la carretera y todo esto tiene un costo y obviamente un precio.

6.4 .- Alrededor del 30% de los productos frescos se pierden en esta odisea y usted, consumidor, paga ese 30% más todos los costos adicionales – que no son utilidad ni para el productor, ni para el transportista, ni para el supermercado. También paga el sueldo del “vigilante” o de quienes deben proteger a los productores de robos y atracos, además, dependiendo de donde vienen los productos, usted también paga por la vacuna pagada o la merma alcabalífera.

¿Especulación? ¿Acaparamiento? sin duda que existe, siempre se presenta cuando hay escasez y regulación, nunca cuando se produce suficiente y no se regula el precio. Mientras tengamos el gobierno que tenemos, seguiremos comiendo basura y además pagando muy cara por ella.

 

Carlos Machado Allison

 Profesor del IESA 

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