El ajonjolí, la “semilla milagrosa” en Venezuela
- Agricultura
- 10/10/2016
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Un fruto tan pequeño ha hecho milagros en el país, haciendo honor a su significado. Pese a las dificultades que está atravesando el agro venezolano, el ajonjolí, o sésamo como se le conoce en el resto del mundo, sigue en pie en las tierras venezolanas.
“El cultivo del ajonjolí se ha mantenido en el tiempo, a diferencia de otros rubros como el algodón, café, cacao, arroz y otros donde las erradas políticas de los gobiernos de turno han dado al traste con la producción de esos cultivos, las siembras de ajonjolí se mantienen estables en unas 40 mil a 50.000 hectáreas anuales y una producción de 20 mil a 25.000 toneladas al año”, así lo resaltó a Vida Agro Ramón Bolotín, presidente de Productores Agrícolas Independientes (PAI) y director de oleaginosas de Fedeagro.
Es tal el potencial que posee el país para esta oleaginosa que, aún cuando históricamente los líderes productores mundiales han sido India y China, fue Venezuela, específicamente Turén, estado Portuguesa, la pionera en la mecanización del cultivo hace más de medio siglo y la que logró obtener rendimientos más altos que esos países.
“El ajonjolí es un rubro emblemático de la agricultura venezolana, se cultiva desde los años 50 y desde entonces se ha desarrollado una tecnología autóctona que es referencia a nivel mundial en cuanto a mecanización del cultivo, sobre todo en las labores de corte y cosecha”, destacó Bolotín.
El productor explicó que recientemente se han realizado en Portuguesa siembras exitosas de ajonjolí bajo el sistema de siembra directa, “es decir sin labrar el suelo, lo que trae no solo beneficios de reducción de costos, sino que también ayuda a conservar los suelos”.
Mientras que en el mundo el ajonjolí es cultivado por pequeños productores y en forma manual, a un promedio de unidad de producción entre 2 y 5, Venezuela ha avanzado más en su cultivo a gran escala, pues el promedio de un productor nacional es de 50 hectáreas con un rendimiento promedio de 500 kilos por hectárea, cuando el promedio mundial está en 437 kilos.
Actualmente, el 96% del ajonjolí se exporta a México, EE UU, Japón y Europa, y el restante 4% para consumo nacional. “El consumo nacional es muy poco, en su mayoría para la elaboración de panes y postres. Existe una incipiente producción nacional de aceite puro de ajonjolí que está creciendo continuamente”, destacó Bolotín.
Aunque la cantidad producida en el país es pequeña, según los datos de la FAO,Venezuela es el segundo productor en América Latina, luego de Paraguay que cosecha un poco más de 50 mil toneladas anuales.
El ajonjolí, que se comenzó a sembrar en Venezuela a principios de los años cincuenta,llegó a su tope en la década de los 70 cuando se sembraron más de 170.000
Bruno Mazzani, creador de muchas variedades de la semilla todavía cultivadas en el país, reseña en su libro Investigación y Tecnología del Cultivo del Ajonjolí en Venezuela (1999): “(…) La tecnología, especialmente, la cosecha mecanizada, fue y, probablemente, sigue siendo única en el mundo. También, el sistema de producción maíz – ajonjolí y la época de siembra por la que las plantas de la semilla no reciben agua de lluvia ni de riego durante todo su ciclo, contribuyen a esa ‘originalidad’ de la producción venezolana”.
HISTORIA DEL CULTIVO EN EL PAÍS
Mazzani señala que el ajonjolí se empezó a cultivar en Venezuela a escala familiar y como cultivo hortícola. En la segunda mitad del siglo pasado el cultivo del ajonjolí se volvió comercial en la Península de Paraguaná donde la producción excedía las necesidades de los conuqueros y parte de las cosechas era vendida en los mercados locales, hasta Maracaibo. En esa producción del ajonjolí todas las labores de siembra a cosecha eran realizadas a mano.
Hacia mediados de este siglo la selección de variedades aptas para la cosecha mecánica y simultáneamente la adaptación de máquinas e implementos para ese fin hicieron posible la extensión del cultivo a la región de los Llanos Centro-occidentales, donde se estableció como acompañante y complementario del cultivo del arroz y del maíz.
La mecanización de la siembra y de la cosecha era condición imprescindible para que el cultivo se mantuviera en esa región donde la mano de obra era escasa y costosa.
“La mecanización de la siembra no presentó mayores dificultades. En cambio la mecanización de la cosecha fue un reto que los técnicos asumieron y resolvieron tan eficientemente que las áreas ocupadas por ese cultivo fueron extendiéndose rápidamente. Se puede resumir la evolución de la cosecha mecánica del ajonjolí considerando tres etapas principales”, indica Mazzani en su libro.
El autor describe las tres etapas de la mecanización:
“La primera etapa tuvo sus logros en la adaptación y uso de la vieja “segadora – atadora” de cereales para cortar las plantas maduras, y de la “cosechadora combinada” para trillar las plantas después de secadas al sol durante no menos de quince días. Esto representaba todavía una mecanización parcial de la cosecha del ajonjolí. Los haces de plantas tirados al suelo por la “segadora – atadora tenían que ser recogidos y reunidos en “burros” o “parvas” para el secado de las plantas al sol. Después nuevamente se requería trabajo manual para alimentar (es decir tirar las plantas secas dentro de) la combinada para la trilla”.
En la segunda etapa se logró la mecanización de la “alimentación” de la combinada. Un aparato de invención y construcción local pegado lateralmente (sistema Colleoni) o en frente de la combinada (sistema Schultz) y operado por el mismo conductor de la combinada o a través de una célula fotoeléctrica, golpeaba los “burros ” arrojándolos sobre la plataforma. Estos dos sistemas fueron analizados por Dávila (1977), demostrando sus ventajas respecto al sistema tradicional.
Simultáneos con esos experimentos de secado artificial de las plantas se empezaron los estudios de la modificación de la cosechadora para que ésta, además de trillar, cumpliera también la operación de corte de las plantas. Quedaría así eliminado el amarre de las plantas en haces y su levantamiento y parado en los “burros”. Con el diseño y construcción de un cabezal especialmente adaptado a las exigencias de la planta y del cultivo del ajonjolí y que se instalaba en el frente de la “combinada”, se logró reunir en dos operaciones simultaneas el corte de las plantas y su trilla, hasta entonces separadas por no menos de quince días. Quedaba eliminada cualquiera intervención del trabajo manual en la cosecha del ajonjolí. Se había cumplido así la tercera etapa del proceso.
Mazziani concluye en su libro que definitivamente “disponemos de un acervo de conocimientos y experiencias suficiente para mantener y mejorar una producción exitosa de ajonjolí en este país”.
“En una época en la cual se esgrime una y otra vez la palabra ‘competitividad’ como patrón para calificar o descalificar la producción nacional de los cultivos, el ajonjolí presenta suficientes ventajas competitivas como para asegurar la persistencia de su cultivo y de su contribución a la producción agrícola de diferentes regiones”, destacó el autor.